que un salvaje de America ni
siquiera se dignaria mirar. Los aborigenes del Nuevo Mundo desprecian al
arroyo porque ven correr con su terrible majestad los grandes rios como
el Madeira, el Tapajoz y el Amazonas; pero esas enormes masas de agua no
las comprenden ni siquiera lo necesario para apreciar su potencia, y al
contemplarlas se quedan como estupidos. El griego, al contrario, lleno
de gratitud por el mas insignificante hilillo de agua, lo deificaba como
una fuerza natural; le construia templos, le erigia estatuas y acunaba
medallas en su honor. Y el artista que grababa o esculpia esos rasgos
divinizados, comprendia tan perfectamente las virtudes intimas de la
fuente, que, al ver la imagen los ciudadanos que corrian a contemplarla,
la reconocian inmediatamente.
iCuan celebres son los nombres de los pequenos arroyuelos del Helada y
del Asia Menor asi transfigurados por los escultores y los poetas!
iCuando el viajero desembarca en el Helesponto, sobre las mismas playas
donde Ulises y Aquiles sacaron sus embarcaciones sobre la arena; cuando
apercibe el llano que en otro tiempo sostenia las murallas de Troya y ve
su propia imagen reflejarse, bien en los famosos manantiales del
Escamandro, o en el agua cristalina del pequeno rio Simois, donde estuvo
a punto de perecer el valiente Ajax, bien pobre es su imaginacion y bien
rebelde su corazon si no se siente profundamente conmovido en presencia
de esas aguas que el viejo Homero ha cantado! ?Quien no se sentira
conmovido al visitar esas fuentes de Grecia, con sus hombres armoniosos
de Caliroe, Mnemosina, Hipocrene, Castalia?... El agua que entonces
manaba y que continua naciendo todavia, es la que los poetas miraban con
amor como si la inspiracion hubiera salido del suelo al mismo tiempo que
las fuentes; a esos hilillos transparentes iban a beber, pensando en la
inmortalidad y queriendo leer el destino de sus obras en los rizos de la
pequena laguna y en las pequenas ondulaciones de la cascadita.
iNo es posible que haya un viajero que no se deleite recordando esas
celebres fuentes, si ha tenido la felicidad de contemplarlas un dia! Yo
recuerdo todavia con verdadera emocion las horas y los minutos en que,
cual humilde amante de las fuentes, pude dirigir mi mirada hacia las
aguas puras de los manantiales de la Sicilia griega, y sor prender en
su alegre nacimiento, acariciados por la luz del sol, los pequenos
torrentes Aeis y Amenanos, y los borbotones transparentes de Cianea
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