es de Mayo. Llego en la
tarde del ultimo dia de Abril, y como el viaje es un paseo, aquella
noche estuvo de tertulia hasta cerca de las once, que en 1794 era ya
mucho velar. Dos o tres hidalgos; otras tantas senoras machuchas; dos
jovenes amiguitas de Lucia, sobrina de D. Fadrique; un respetable senor
cura y un caballerito forastero y muy elegante componian la reunion de
casa de D. Jose, que empezo antes de que anocheciera.
Nadie llamo la atencion de D. Fadrique, que era harto distraido.
Necesitaba que las personas le gustasen o le disgustasen para fijarse en
ellas, y con gran dificultad acertaba la gente a gustarle, y mucho menos
a disgustarle. Asi es que, mostrandose muy urbano con todos, apenas
reparo en ninguno.
Al toque de oraciones sirvieron el refresco.
Primero pasaron dos criadas repartiendo platos, servilletas y
cucharillas de plata; luego entraron otras dos criadas, que traian
sendas bandejas llenas de tacillas de cristal con almibares diferentes.
Cada tertuliano fue tomando en su asiento una tacilla del almibar que
mas le gustaba. Las criadas de las bandejas pasaron de nuevo recogiendo
las tacillas vacias, y rogando a los senores que tomasen otra de otro
almibar, como en efecto la tomaron muchos.
La historia, prolija en este punto, cuenta que los almibares eran de
nueces verdes, de cabellos de angel, de tomate y de hoja de azahar. Hubo
tambien arrope de melocoton.
Las ninfas fregonas, muy compuestas y con muchas flores en el mono,
sirvieron luego copitas de rosoli, del que solo bebieron los caballeros;
y por ultimo trajeron el chocolate con torta de bizcocho, polvorones,
pan de aceite y hojaldres. Termino todo con el agua, que en vasos de
cristal y en bucaros olorosos repartieron asimismo las criadas.
Duro esto hasta que dieron las animas.
El refresco se tomo con toda ceremonia y con pocas palabras. Las sillas
pegadas a la pared, y todos sentados sin echar una pierna sobre otra, ni
inclinarse de ningun lado, ni recostarse mucho.
Despues de tomado el refresco, hubo alguna mas libertad y expansion, y
Lucia se atrevio a rogar al caballerito que recitase unos versos.
--Si, si --dijeron en coro casi todos los tertulianos;--que recite.
--Recitare algo de Melendez, --dijo el joven.
--No, de V. --replico Lucia.-- Sepa V., tio, --anadio dirigiendose al
Comendador,-- que este senor es muy poeta y gran estudiante. Ya vera
usted que lindos versos compone.
--V. es muy amable, Srta. Dona Lucia. La
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