andes arboles, y mas aun que su fiereza, el amor a la
naturaleza aseguro durante siglos su independencia.
Nuestros otros antepasados, los arios de Asia, adoraban las aguas
corrientes, y desde el origen de las edades historicas, fueron objeto de
un culto verdadero. Vivian en la salida de los hermosos valles que
descendian de Palmira, el "techo del mundo", sabian utilizar todos los
torrentes de agua clara dividiendolos en numerosos canales,
transformando asi en fertiles huertas sus aridas tierras, y si invocaban
a las fuentes, si las ofrecian sacrificios, no era solo porque el agua
fertilizaba sus campos y hacia crecer sus arboles y calmaba la sed de
ellos y sus ganados, sino tambien, segun decian, porque el agua purifica
a los hombres, equilibra las pasiones y calma los "deseos desmedidos".
El agua era quien les evitaba los odios y furias insensatos de sus
vecinos, los semitas del desierto, y ella era quien les habia salvado de
la vida errante fecundando sus campos y alimentando sus cultivos; a ella
debian el haber podido fijar la primera piedra del hogar, y luego, la
poblacion y la ciudad, ensanchando asi el circulo de sus sentimientos y
sus ideas. Sus hijos, los helenos, comprendieron la importancia del agua
y su influencia decisiva en el origen de las sociedades, segun mas tarde
demostraron construyendo un templo y levantando la estatua de un dios al
borde de cada una de sus fuentes.
Hasta entre nosotros, ultimos descendientes de los arios, subsiste en
algunos puntos un resto de la antigua adoracion a las fuentes. Despues
de la muerte de los antiguos dioses y la destruccion de sus templos, los
pueblos cristianos continuaron en muchas partes venerando el agua de los
manantiales: asi en el nacimiento del Cefiso en Beocia, se ve una al
lado de otra, las ruinas de dos ninfeos griegos con sus elegantes
columnas y la pesada arquitectura de una capilla de la Edad Media. En la
Europa occidental algunas iglesias y conventos han sido construidos en
la orilla de las fuentes; pero en muchos mas puntos aun, los sitios
encantadores en donde alegremente salen del suelo las aguas cristalinas,
han sido maldecidos como parajes frecuentados por demonios. Durante los
dolorosos siglos de la Edad Media, el temor transformo los hombres, y
este sentimiento funesto les hizo ver caras gesticulantes y ridiculas,
en donde nuestros antepasados sorprendieron la sonrisa de los dioses,
transformando en antesala del infierno la alegre tierra que pa
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