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quemado con las estopas las tablas de los muslos, y ella da gritos, y el, despertando, la consuela diciendo que aquella diligencia es bueno que este hecha para cuando fuere menester. Vuelve alli los ojos a aquella cuadrilla de sastres que estan acabando unas vistas[184] para un tonto que se casa a ciegas, que es lo mismo que por relacion, con una doncella tarasca, fea, pobre y necia, y le han hecho creer al contrario con un retrato que le trujo un casamentero, que a estas horas se esta levantando con un pleitista que vive pared y medio del[185], el uno a cansar ministros y el otro a casar todo el linaje humano; que solamente tu, por estar tan alto, estas seguro deste demonio, que en algun modo lo es mas que yo. Vuelve los ojos y mira aquel cazador mentecato del gallo[186], que esta ensillando su rocin a estas horas y poniendo la escopeta debajo del caparazon, y deja de dormir de aqui a las nueve de la manana por ir a matar un conejo, que le costaria mucho menos aunque le comprara en la despensa de Judas[187]. Y al mismo tiempo advierte como a la puerta de aquel rico avariento echan un nino, que por partes de[188] su padre puede pretender la beca del Antecristo[189], y el, en grado de apelacion, da con el en casa de un senor que vive junto a la suya, que tiene talle de comerselo antes que criallo, porque ha dias que su despensa espera el domingo de casi racion[190]. Pero ya el dia no nos deja pasar adelante; que el agua ardiente y el letuario[191] son sus primeros crepusculos, y viene el sol haciendo cosquillas a las estrellas, que estan jugando a salga la parida[192], y dorando la pildora[193] del mundo, tocando al arma a tantas bolsas y talegos y dando rebato a tantas ollas, sartenes y cazuelas, y no quiero que se valga de mi industria para ver los secretos que le nego la noche: cuestele brujeleallo por resquicios, claraboyas y chimeneas. Y volviendo a poner la tapa al pastelon, se bajaron a las calles. TRANCO III Ya comenzaban en el puchero humano de la Corte a hervir hombres y mujeres, unos hacia arriba, y otros hacia abajo, y otros de traves, haciendo un cruzado[194] al son de su misma confusion[195], y el pielago racional de Madrid a sembrarse de ballenas[196] con ruedas, que por otro nombre llaman coches, trabandose la batalla del dia, cada uno con disinio y negocio diferente, y pretendiendose enganar los unos a los otros, levantandose una polvareda de embustes y mentiras, que no se descubria una bri
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