atada poblacion, y de la que
hacen tantos diversos bajeles en el Guadalquivir, valla de cristal de
Sevilla y de Triana[427], distinguiendose de mas cerca la hermosura de
sus edificios, que parece que han muerto virgines[428] y martires,
porque todos estan con palmas en las manos, que son las que se
descuellan de sus peregrinos pensiles, entre tantos cidros, naranjos,
limones, laureles y cipreses; llegando en breve espacio a Torreblanca,
una legua larga desta insigne ciudad, desde donde comienza su Calzada y
los canos de Carmona, hermosisima puente de arcos, por donde entra el
rio Guadaira[429] en Sevilla, cuya hidropica sed se le bebe todo, sin
dejar apenas una gota para tributar al mar, que es solamente el rio en
todo el mundo que esta previligiado deste pecho[430]; haciendo mayor la
belleza desta entrada infinitas granjas, por una parte y por otra, que
en cada una se cifra un jardin terrenal, granizando azahares, mosquetas
y jazmines reales. Y al mismo tiempo que ellos iban llegando a la puerta
de Carmona, atisbo el Cojuelo entrar por ella a caballo, con vara alta y
los dos corchetes que saco del infierno, a Cienllamas; y volviendose a
don Cleofas, le dijo:
--Aquel que entra por la puerta de Carmona es comisario de mis amos, que
viene contra mi a Sevilla: menester es guardarnos.
--No se me da dos blancas[431]--dijo don Cleofas--; que yo estoy
matriculado en Alcala, y no tiene ningun tribunal juridiccion[432] en mi
persona; y fuera de eso, dicen que es Sevilla lugar tan confuso, que no
nos hallaran, si queremos, todos cuantos hurones tiene Lucifer y
Bercebu[433].
Entrandose en la ciudad los dos a buen paso y guiando el Cojuelo, la
barba sobre el hombro[434], fueron hilvanando calles, y, llegando a una
plazuela, reparo don Cleofas en un edificio sumptuoso de unas casas que
tenian una portada ostentosa de alabastro y unos corredores dilatados de
la misma piedra. Preguntole don Cleofas al Cojuelo que templo era aquel,
y el le respondio que no era templo, aunque tenia tantas cruces de
Jerusalen del mismo relieve de marmol, sino las casas de los duques de
Alcala, marqueses de Tarifa[435], conde de los Molares y adelantados
mayores de Andalucia, cuya grandeza ha heredado hoy el gran Duque de
Medina Celi, por falta de hijos herederos, que aunque fuera mayor, no le
hiciera mas: que por Fox y Cerda es lo mas que puede ser.
--Ya conozco ese principe--dijo don Cleofas--, y le he visto en la
Corte, y es tan generoso y ente
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