les habia hecho
en las limosnas de la sopa de los conventos; y agarrando con el Chispa y
Redina, comenzo a pedir iglesia[580] a grandes voces Piedepalo que en un
bodegon hiciera lo mismo, queriendo dalles a entender que era ermita, y
no garito, donde estaban, y que todos y todas habian venido a hacer
oracion a ella. El tal Cienllamas y Chispa y Redina comenzaron a sacalle
arrastrando, diciendole, entre algunos punetes y mojicones:
--No penseis, ladron, que os habeis de escapar con esos embustes de
nuestras manos; que ya os conocemos.
Entonces el Marques[581], metiendo las manos en los chapines, dijo:
--?Por que hemos de consentir que no contradiga el Duque que lleve
preso un alguacil a un pobrete como el Cojuelo? iPor vida de la
Marquesa[582] que no lo ha de llevar!
Y haciendose los demas pobres y pobras de su parte, y apagando las
luces, comenzaron con los asientos y con las muletas y bordones a
zamarrealle a el y a sus corchetes a escuras, tocandoles los ciegos la
gaita zamorana y los demas instrumentos, a cuyo son no se oian los unos
a los otros, acabando la culebra[583] con el dia y con desaparecerse los
apaleados.
TRANCO X
En este tiempo llegaban a Gradas[584] su camarada y don Cleofas[585],
tratando de mudarse de aquella posada, porque ya tenia rastro dellos
Cienllamas, cuando vieron entrar por la posta, tras un postillon, dos
caballeros soldados vestidos a la moda, y dijole el Cojuelo a don
Cleofas.
--Estos van a tomar posada y apearse a Caldebayona[586] o a la
Pajeria[587], y es tu dama y el saldado que viene en su compania, que,
por acabar mas presto la jornada, dejaron la litera y tomaron postas.
--iJuro a Dios--dijo don Cleofas--que lo he de ir a matar antes que se
apee, y a cortalle las piernas[588] a dona Tomasa!
Sin riesgo tuyo se hara todo eso--dijo el Cojuelo--, ni sin tanta
demostracion publica: gobiernate por mi agora; que yo te dejare
satisfecho.
--Con eso me has templado--dijo don Cleofas--; que estaba loco de celos.
--Ya se que enfermedad es esa, pues se compara a todo el infierno[589]
junto--dijo el Diablillo--. Vamonos a casa de nuestra mulata: almorzaras
y conmutaras en sueno la pendencia; y acuerdate que has de ser
presidente de la Academia, y yo fiscal.
--Pardiez--dijo don Cleofas--, todo se me habia olvidado con la
pesadumbre; pero es razon que cumplamos nuestras palabras como quien
somos.
Y habiendose mudado de la posada de Rufina otro dia[590] a otra de
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