zna de verdad por un ojo de la cara[197], y don Cleofas
iba siguiendo a su camarada, que le habia metido por una calle algo
angosta, llena de espejos por una parte y por otra, donde estaban muchas
damas y lindos mirandose y poniendose de diferentes posturas de bocas,
guedejas, semblantes, ojos, bigotes, brazos y manos, haciendose
cocos[198] a ellos mismos. Preguntole don Cleofas que calle era aquella,
que le parecia que no la habia visto en Madrid, y respondiole el
Cojuelo:
--Esta se llama la calle de los Gestos, que solamente saben a ella estas
figuras de la baraja de la Corte, que vienen aqui a tomar el gesto con
que han de andar aquel dia, y salen con perlesia de lindeza, unos con la
boquita de rinon[199], otros con los ojitos dormidos, roncando[200]
hermosura, y todos con los dos dedos de las manos, indice y menique,
levantados, y esotros, de _Gloria Patri_[201]. Pero salgamonos muy
apriesa de aqui; que con tener estomago de demonio y no haberme mareado
las maretas[202] del infierno, me le han revuelto estas sabandijas, que
nacieron para desacreditar la naturaleza y el rentoy[203].
Con esto, salieron desta calle a una plazuela donde habia gran concurso
de viejas que habia sido damas cortesanas[204], y mozas que entraban a
ser lo que ellas habian sido, en grande contratacion unas con otras.
Pregunto el Estudiante a su camarada que sitio era aquel, que tampoco le
habia visto, y el le respondio:
--Este es el baratillo de los apellidos, que aquellas damas pasas
truecan con estas mozas albillas[205] por medias traidas, por zapatos
viejos, valonas, tocas y ligas, como ya no las han menester; que el
Guzman, el Mendoza, el Enriquez, el Cerda, el Cueva, el Silva, el
Castro, el Giron[206], el Toledo, el Pacheco, el Cordova, el Manrique de
Lara, el Osorio, el Aragon, el Guevara y otros generosos apellidos los
ceden a quien los ha menester ahora para el oficio que comienza, y ellas
quedan con sus patronimicos primeros de Hernandez, Martinez, Lopez,
Rodriguez, Perez, Gonzalez, etcetera; porque al fin de los anos mil,
vuelven los nombres[207] por donde solian ir.
--Cada dia--dijo el Estudiante--hay cosas nuevas en la Corte.
Y, a mano izquierda, entraron a otra plazuela al modo de la de los
Herradores[208], donde se alquilaban tias, hermanos, primos y maridos,
como lacayos y escuderos, para damas de achaque[209] que quieren pasar
en la Corte con buen nombre y encarecer su mercaderia.
A la mano derecha deste seminario a
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