ojuelo:
--?De que te has acordado, amigo? ?Que memorias te han dividido esas dos
exhalaciones de fuego desde el corazon a la boca?
--Camarada--le respondio el Estudiante--, acordeme de la calle Mayor de
Madrid y de su insigne paseo a estas horas, hasta dar en el Prado.
--Facil cosa sera verle--dijo el Diablillo--tan al vivo como esta
pasando agora: pide un espejo a la Gueespeda y tendras el mejor rato que
has tenido en tu vida; que aunque yo, por la posta, en un abrir y cerrar
de ojos, te pudiera poner en el[473], porque las que yo conozco comen
alas del viento por cebada, no quiero que dejemos a Sevilla[474] hasta
ver en que paran las diligencias de Cienllamas y las de tu dama, que
viene caminando aca, y me hallo en este lugar muy bien[475], porque
alcanzan a el las conciencias de Indias.
A este mismo tiempo subia a su terrado Rufina Maria, que asi se llamaba
la gueespeda, dama entre nogal y granadillo, por no llamarla mulata, gran
piloto de los rumbos mas secretos de Sevilla, y alfaneque[476] de volar
una bolsa de breton desde su faldriquera a las garras de tanta
doncelliponiente[477] como venian a valerse della. Iba en jubon de
holanda blanca acuchillado[478], con una enaguas blancas de
cotonia[479], zapato de ponlevi[480], con escarpin[481] sin media, como
es usanza en esta tierra entre la gente tapetada[482], que a estas horas
se subia a su azotea a tocar[483] de la tarantula con un peine y un
espejo que podia ser de armar[484]; y el Cojuelo, viendo la ocasion, se
le pidio con mucha cortesia para el dicho efeto, diciendo:
--Bien puede estar aqui la senora Gueespeda; que yo se que tiene
inclinacion a estas cosas.
--iAy, senor!--respondio la Rufina Maria--, si son de la
nigromancia[485], me pierdo por ellas; que naci en Triana, y se echar
las habas[486] y andar el cedazo[487] mejor que cuantas hay de mi
tamano, y tengo otros primores mejores, que fiare de vuesas mercedes si
me la hacen, aunque todos los que son entendidos me dicen que son
disparates.
--No dicen mal--dijo el Cojuelo--; pero, con todo eso, senora Rufina
Maria, de tan gran talento se pueden fiar los que yo quiero ensenar a mi
camarada. Este atenta.
Y tomando el espejo en la mano, dijo:
--Aqui quiero ensenalles a los dos lo que a estas horas pasa en la calle
Mayor[488] de Madrid, que esto solo un demonio lo puede hacer, y yo. Y
adviertase que en las alabanzas de los senores que pasaren, que es
mesa[489] redonda[490], que cada uno de p
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