lgos--dijo el Cojuelo--, porque otro competidor
de la sastra, con una gavilla de seis o siete, vienen sacando las
espadas, y los Orfeos de la maesa, reparando la primera invasion con las
guitarras, hacen una fuga[174] de cuatro o cinco calles. Pero vuelve
alli los ojos, veras como se va desnudando aquel hidalgo que ha rondado
toda la noche, tan caballero del milagro[175] en las tripas como en las
demas facciones, pues quitandose una cabellera, queda calvo; y las
narices de caratula, chato; y unos bigotes postizos, lampino; y un brazo
de palo, estropeado; que pudiera irse mas camino de la sepoltura que de
la cama. En esotra casa mas arriba esta durmiendo un mentiroso con una
notable pesadilla, porque suena que dice verdad. Alli un vizconde, entre
suenos, esta muy vano porque ha regateado la excelencia a un grande.
Alli esta muriendo un fullero, y ayudandole a bien morir un testigo
falso, y por darle la bula de la Cruzada, le da una baraja de naipes,
porque muera como vivio, y el, boqueando, por decir "Jesus", ha dicho
"flux". Alli, mas arriba, un boticario esta mezclando la piedra
bezar[176] con los polvos de sen. Alli sacan un medico de su casa para
una apoplejia que le ha dado a un obispo. Alli llevan aquella comadre
para partear a una prenada de medio ojo[177], que ha tenido dicha en
darle los dolores a estas horas. Alli dona Tomasa, tu dama, en enaguas,
esta abriendo la puerta a otro; que a estas horas le oye de amor.
--Dejame--dijo don Cleofas--: bajare sobre ella a matarla a coces.
--Para estas ocasiones se hizo el _tate, tate_[178]--dijo el Cojuelo--;
que no es salto para de burlas. Y te espantas de pocas cosas[179]: que
sin este enamorado murcielago[180], hay otros ochenta, para quien[181]
tiene repartidas las horas del dia y de la noche.
--iPor vida del mundo--dijo don Cleofas--que la tenia por una santa!
--Nunca te creas de ligero--le replico el Diablillo--. Y vuelve los ojos
a mi Astrologo, veras con las pulgas y inquietud que duerme: debe de
haber sentido pasos en su desvan y recela algun detrimento de su redoma.
Consuelese con su vecino, que mientras esta roncando a mas y mejor, le
estan sacando a su mujer, como muela, sin sentillo, aquellos dos
soldados.
--Del mal lo menos--dijo don Cleofas--; que yo se del marido
ochodurmiente[182] que dira[183] cuando despierto lo mismo.
--Mira alli--prosiguio el Cojuelo--aquel barbero, que sonando se ha
levantado, y ha echado unas ventosas a su mujer, y la ha
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