aposento y hallarian
verdadero este discurso.
Siguieron al Gueesped todos de la suerte que estaban, y entrando en el
aposento del tal Poeta, le hallaron tendido en el suelo, despedazada la
media sotanilla, revolcado en papeles y echando espumarajos por la boca,
y pronunciando con mucho desmayo: "iFuego, fuego!", que casi no podia
echar la habla, porque se le habia metido monja. Llegaron a el muertos
de risa y llenos de piedad todos, diciendole:
--Senor Licenciado, vuelva en si y mire si quiere beber o comer algo
para este desmayo.
Entonces el Poeta, levantando como pudo la cabeza, dijo:
--Si es Eneas y Anquises, con los Penates y el amado Ascanio, ?que
aguardais aqui, que esta ya el Ilion hecho cenizas, y Priamo, Paris y
Policena, Hecuba y Andromaca han dado el fatal tributo a la muerte, y a
Elena, causa de tanto dano, llevan su presa Menalao[265] y Agamenon? Y
lo peor es que los mirmidones se han apoderado del tesoro troyano.
--Vuelva a su juicio--dijo el Guesped--; que aqui no hay almidones ni
toda esa tropelia de disparates que ha referido, y mucho mejor fuera
llevalle a casa del Nuncio[266], donde pudiera ser con bien justa causa
mayoral de los locos, y metelle en cura; que se le han subido los
consonantes a la cabeza, como tabardillo.
--iQue bien entiende de afectos el senor Gueesped!--respondio el Poeta,
encorporandose un poco mas.
--De afectos ni de afeites--dijo el Gueesped--no quiero entender, sino de
mi negocio: lo que importa es que manana hagamos cuenta de lo que me
debe de posada, y se vaya con Dios; que no quiero tener en ella quien me
la alborote cada dia con estas locuras: basten las pasadas, pues
comenzando a escribir, recien llegado aqui, la comedia de _El Marques de
Mantua_, que zozobro y fue una de las silbadas, fueron tantas las
prevenciones de la caza y las voces que dio, llamando a los perros
Melampo, Oliveros, Saltamontes, Tragavientos, etcetera, y el "iAtaja,
ataja!" y el "iGuarda el oso cerdoso, y el jabali colmilludo!", que
malpario una senora prenada que pasaba del Andalucia a Madrid, del
sobresalto; y en esotra de _El Saco de Roma_, que entrambas parecieron
cual tenga la salud[267], fue el[268] estruendo de las cajas y
trompetas, haciendo pedazos las puertas y ventanas deste aposento a tan
desusadas horas como estas, y el "iCierra, Espana!"[269], "iSantiago, y
a ellos!", y el jugar la artilleria con la boca[270], como si hubiera
ido a la escuela con un petardo, o criadose con
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