o, porque
habian de tomar la madrugada para llegar con tiempo a Madrid, y don
Cleofas hizo lo mismo en el que le senalo el Gueesped, sintiendo la
soledad[257] del companero en algun modo, porque le traia tan
entretenido; y haciendo varios discursos sobre el almohada, se quedo
como un pajarito[258], jurando al silencio de las sombras, como lo demas
del mundo, el meson de la Sevillana el natural vasallaje con el sueno,
que solas [las][259] grullas, los murcielagos y lechuzas estaban de
posta a su cuerpo de guardia, cuando a las dos de la noche unas
temerosas voces repetian: "iFuego, fuego!" despertaron a los dormidos
pasajeros, con el sobresalto y asombro que suele causar cualquier
alboroto a los que estan durmiendo, y mas oyendo apellidar "ifuego!",
voz que con mas terror atemoriza los animos mas constantes, rodando unos
las escaleras por bajar mas apriesa, otros, saltando por las ventanas
que caian al patio de la posada, otros que, por las pulgas u temor de
las chinches, dormian en cueros, como vinagre, hechos Adanes del
baratillo[260], poniendo las manos donde habian de estar las hojas de
higuera, siguiendo a los demas, y acompanandolos don Cleofas, con los
calzones revueltos al brazo y una alfajia que, por no encontrar la
espada, hallo acaso en su aposento, como si en los incendios y fantasmas
importase andar a palos ni a cuchilladas, natural socorro del miedo en
las repentinas invasiones.
Salio, en esto, el Gueesped en camisa, los pies en unas empanadas de
Frenegal[261], cinchado con una faja de grana de polvo[262] el estomago,
y un candil de garabato en la mano, diciendo que se sosegasen; que aquel
ruido no era de cuidado; que se volviesen a sus camas, que el pondria
remedio en ello. Apretole don Cleofas, como mas amigo de saber, le
dijese la causa de aquel alboroto; que no se habia de volver a acostar
sin descifrar aquel misterio. El Gueesped le dijo muy severo[263] que era
un estudiante de Madrid, que habia dos u tres meses que entro a posar en
su casa, y que era poeta de los que hacen comedias, y que habia escrito
dos, que se las habian chillado en Toledo y apedreado como vinas[264], y
que estaba acabando de escribir la comedia de _Troya abrasada_, y que
sin duda debia de haber llegado al paso del incendio, y se convertia
tanto en lo que escribia, que habria dado aquellas voces; que por otras
experiencias pasadas sacaba el que aquello era verdad infalible como el
decia; que para confirmallo subiesen con el a su
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