do
una pesadumbre el revoltoso Diablillo y don Cleofas con el Figon[247],
en que intervinieron asadores y torteras, porque lo que es del diablo,
el diablo se lo ha de llevar, y acudiendo la justicia al alboroto, se
salieron por una ventana, y cuando el alguacil de Corte con la gente que
llevaba pensaba cogellos, estaban ya de esotra parte de Getafe, en
demanda de Toledo, y dentro de un minuto, en las ventillas de Torrejon,
y en un cerrar de ojos, a vista de la puerta de Visagra, dejando la real
fabrica del hospital de afuera a la derecha mano; y volviendose el
Estudiante al camarada, le dijo:
--Lindos atajos sabes: malhaya quien no caminara contigo todo el mundo,
mejor que con el Infante don Pedro de Portugal, el que anduvo las
siete[248] partidas del.
--Somos gente de buena mana--respondio el Cojuelo.
Y cuando estaban hablando en esto, llegaban al barrio que llaman de la
Sangre de Cristo y al meson de la Sevillana[249], que es el mejor de
aquella ciudad. El Diablo Cojuelo le dijo al Estudiante:
--Esta es muy buena posada para pasar esta noche y para descansar de la
pasada; entrate dentro y pide un aposento y que te aderecen de cenar;
que a mi me importa llegarme esta noche a Constantinopla a alborotar el
serrallo del Gran Turco y hacer degollar doce o trece hermanos que
tiene, por miedo de que no conspiren[250] a la Corona, y volverme de
camino por los Cantones de los esguizaros[251] y por Ginebra a otras
diligencias deste modo, por sobornar con algunos servicios a mi amo,
que debe de estar muy indignado contra mi por la travesura pasada; que
yo estare contigo antes que den las siete de la manana.
Y, diciendo y haciendo, se metio por esos aires como por una vina
vendimiada, meando la pajuela[252] a todo pajarote y ciudadano de la
region eterea, a fuer de los de la jerigonza critica[253], y don
Cleofas se entro a tomar posada, que, aunque estaba llena de muchos
pasajeros que habian venido con los galeones y pasaban a la Corte, con
todo, al gueesped nuevo hicieron cortesia, porque la persona de don
Cleofas traia consigo cartas de recomendacion[254], como dicen los
cortesanos antiguos.
Convidaronle a cenar unos caballeros soldados aquella noche,
preguntandole nuevas de Madrid, y despues de haber cumplido con la
celebridad de los brindis por el Rey (Dios le guarde), por sus damas y
sus amigos[255], y haber dado las aceitunas[256] con los palillos carta
de pago de la cena, se fue cada uno a recoger a su aposent
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