ueran secretas, y entonces se
traslado el club al piso principal. Los que abajo hacian el gasto
tomando cafe o chocolate, sentian en los momentos agitados de la
polemica un estruendo espantoso en las regiones superiores, de tal modo,
que algunos, temiendo que se les viniera encima el techo con toda la
mole patriotica que sustentaba, tomaron las de Villadiego, abandonando
la costumbre inveterada de concurrir al cafe.
Una de las cuestiones que mas preocupaban al dueno fue la manera de
armonizar lo mejor posible el patriotismo y el negocio, las sesiones del
club y las visitas de los parroquianos. Dirigio conciliadoras
amonestaciones para que no hicieran ruido pero esto parece que fue
interpretado como un primer conato de servilismo, y aumento el ruido, y
se fueron los parroquianos.
En la epoca a que nuestra historia se refiere, las sesiones estaban
todavia en la planta baja. Aquellos fueron los buenos dias de la
_Fontana_. Cada bebedor de cafe formaba parte del publico.
Entre los numerosos defectos de aquel local, no se contaba el de ser
excesivamente espacioso: era, por el contrario, estrecho, irregular,
bajo, casi subterraneo. Las gruesas vigas que sostenian el techo no
guardaban simetria. Para formar el cafe fue preciso derribar algunos
tabiques, dejando en pie aquellas vigas; y una vez obtenido el espacio
suficiente, se penso en decorarlo con arte.
Los artistas escogidos para esto eran los mas habiles pintores de
muestra de la Villa. Tendieron su mirada de aguila por las estrechas
paredes, las gruesas columnas y el pesado techo del local, y unanimes
convinieron en que lo principal era poner unos capiteles a aquellas
columnas. Improvisaron unas volutas, que parecian tener por modelo las
morcillas extremenas, y las clavaron, pintandolas despues de amarillo.
Se penso despues en una cenefa que hiciera el papel de friso en todo lo
largo del salon; mas como ninguno de los artistas sabia tallar
bajo-relieves, ni se conocian las maravillas del carton-piedra, se
convino en que lo mejor seria comprar un liston de papel pintado en los
almacenes de un marselles recientemente establecido en la calle de
Majaderitos. Asi se hizo, y un dia despues la cenefa, engrudada por los
mozos del cafe, fue puesta en su sitio. Representaba unos craneos de
macho cabrio, de cuyos cuernos pendian cintas de flores que iban a
enredarse simetricamente en varios tirsos adornados con manojos de
frutas, formando todo un conjunto anaecreontico-fune
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