a raro, en este caso no lo era. Clara
habia vivido siempre en compania de aquel viejo: era huerfana, no tenia
parientes ni amigas, no salia nunca, no se comunicaba con nadie, se
consumia en el desierto de aquella casa, sin otra cosa que algunos
recuerdos y algunas esperanzas que luego conoceremos. Su caracter era
extremadamente sencillo: un incidente imprevisto le ponia delante a un
hombre cortes y generoso que para satisfacer su curiosidad empleaba
habiles recursos de conversacion, y ella le dijo lo que queria saber; se
lo dijo obedeciendo a una poderosa necesidad de desahogo, hija de su
aislamiento y melancolia.
El curioso no se atrevia a continuar investigando: ya iba a despedirle
mal de su grado, cuando Clara vio que tenia una mano ensangrentada, y
exclamo sobrecogida:
--iEsta usted herido!
--No es nada: un rasguno.
--Pero sale mucha sangre. iJesus! tiene usted la mano destrozada.
--iOh! no es nada.... Con un poco de agua....
--Voy al momento.
Clara se marcho muy a prisa y volvio a poco rato, entrando en la
habitacion inmediata: traia una jofaina, que puso sobre la mesa, y llamo
al militar, que no tardo en acercarse.
--?Y tiene familia?--dijo este tocando el agua con la mano para ver si
estaba muy fria.
--?Familia?--contesto Clara con su naturalidad acostumbrada.--No: me
queria mucho. Yo deseo tanto que se le quiten de la cabeza esas
manias.... Antes era muy bueno para mi, y estaba muy alegre.... Yo era
muy nina entonces.
--Antes era muy bueno. ?Y ahora no lo es?
--Si; pero ahora.... Como tiene tantas cosas en que pensar....
--?Y desde cuando ha variado?
--Hace mucho tiempo, cuando hubo muchos alborotos y dijeron que iban a
matar a ... ?al Rey?... no se a quien. Pero antes de eso, ya estaba casi
siempre alterado. Cuando yo era muy nina ... No ... entonces saliamos
los domingos a paseo, y me llevaba a Chamartin y comiamos en el campo
con Pascuala.
--?Y ahora no sale usted nunca de aqui?
--Nunca--dijo Clara, como si aquella soledad en que vivia fuera la cosa
mas natural del mundo.
El militar se interesaba cada vez mas por la persona que tan
repentinamente habia conocido. Cada vez sospechaba mas que aquella
infeliz era victima de las brutalidades del fanatico. Desde el sitio en
que se hallaba, veia al viejo sentado en un sillon y entregado a su mudo
frenesi. Mirando despues a Clara, cuya gracia sencilla y melancolica
franqueza formaban contraste con el terrible realista, se aumento
|