ijo el
flaco con voz sonora y profunda.
Y metiendo la mano en el bolsillo, saco un pequeno envoltorio que, por
el sonido que produjo al ser puesto sobre la mesa, indicaba contener
dinero. El cafetero miro con singular expresion de carino el envoltorio,
mientras el viejo lo desenvolvio con mucha cachaza, y sacando unas onzas
que dentro habia, comenzo a contar.
Al ruido de las monedas, Robespierre abrio los ojos; y viendo que no era
cosa que le interesaba, los volvio a cerrar, quedandose otra vez
dormido. El viejo conto diez medias onzas, y se las dio al del cafe.
--Vamos, senor D. Elias--dijo este descontento.--?Que hago yo con
cinco onzas?
--Por cinco onzas se vende la diosa misma de la libertad,--replico Elias
sin mirar al cafetero.
--Quite usted alla: aqui hay patriotas que no diran "viva el Rey" por
todo el oro del mundo.
--Si: es mucha entereza la de esos senores--exclamo Elias con un acento
de ironia que debia de ser el acento habitual de su palabra.
--Vaya usted a ofrecer dinero a Alcala Galiano y a Moreno Guerra....
--Esos alborotan alla, en las Cortes; de esos no se trata. Tratamos de
los que alborotan aqui.
--Pues le aseguro a usted, senor don Elias de mi alma, que con lo que me
ha dado, no tengo ni para la correa del zapato del orador mas malo de
este club.
--Le digo a usted que basta con eso. El senor no esta para gastos.
--iY que tacano se vuelve el Absoluto! Mala landre le mate, si con estas
miserias logra derribar la Constitucion.
--Deje usted andar, que ya se arreglara esto--contesto el viejo dando un
suspiro. Y al darlo cerro la boca de tal modo, que parecia que la
mandibula inferior se le quedaba incrustada dentro de la superior.
--Pero, don Elias de mis pecados, ?que quiere usted que haga yo con
cinco onzas...? ?Que le parecio aquel sargenton que hablo anoche? Dicen
que es un bruto; pero lo cierto es que hace ruido y nos sirve bien, pues
me cuesta un ojo de la cara cada parrafo de aquellos que sublevan la
multitud y ponen al pueblo encendido... iY hay otros tan reacios, don
Elias...! Anteanoche subio a la tribuna uno que suele venir ahi con el
barbero Calleja: ique voz de becerro tenia! Empezo a hablar de la
Convencion, y dijo que era preciso cortar las cabezas de adormidera. Le
aplaudieron mucho, y yo confieso que fue una gran cosa, aunque, a decir
verdad, no le entendi mas que si hubiera hablado en judio. Cuando acabo
la sesion, quise picarle para que hablara segunda vez;
|