eeminencia de ser habitado por nuestro heroe.
La fachada era mezquina, fea. El cuarto bajo servia de oficina a las
ruidosas ocupaciones de un machacador de hierro, que surtia de sartenes,
asadores y herraduras a todo el barrio del Barquillo. Los balcones del
principal eran fiel remedo de los jardines colgantes de Babilonia,
porque habia en ellos muchos tiestos con flores, muchas matas que
estaban en camino de ser arboles, juntamente con tres jaulas de
codornices y dos reclamos, que por la noche daban armonia a toda la
calle. En medio de esta selva y de estos gorjeos se veia una muestra de
_Prestamista sobre alhajas_.
El portal era angosto y muy largo. Para llegar a la escalera, que estaba
en lo profundo, se corrian mil peligros a causa de las sinuosidades del
terreno, en el cual los hoyos, llenos de inmundicia, alternaban con
puntiagudos guijarros, alzados media cuarta. La escalera era angosta, y
sus paredes, blanqueadas en tiempo de Felipe V, cuando menos, se
hallaban en el presente siglo cubiertas de una venerable rapa de mugre,
excepto en la faja o zona por donde rozaban los codos de los que subian,
la cual tenia singular pulimento. En uno de los tramos habia, no un
candil, sino el sitio de un candil manifestado en una gran chorrera de
aceite hacia abajo, una gran chorrera de humo hacia arriba, y en la
convergencia de ambas manchas un clavo ennegrecido.
Llegaron al segundo, y el militar llamo. Sin duda, alguna persona
esperaba con impaciencia, porque la puerta se abrio al momento. Abriola
una joven como de diez y ocho anos de edad, que al ver el aspecto
abatido del viejo, y sobre todo al ver que un desconocido le
acompanaba, cosa sin duda muy rara en el, dejo escapar una exclamacion
de temor y sorpresa.
"?Que hay? ?Que le ha pasado a usted?" dijo cerrando la puerta, despues
que los dos estaban en el pasillo.
E inmediatamente marcho delante y abrio la puerta de una sala, donde
entraron los tres. El anciano no hablo palabra, y se dejo raer en un
sillon con muestras de dolor.
"?Pero esta usted herido? ?A ver? Nada--dijo la joven examinando con
mucha solicitud a Elias y tomandole la mano.
No ha sido nada--dijo el militar, que se habia descubierto
respetuosamente,--no ha sido nada: pasaba hace un momento por la calle,
y cinco hombres soeces que le encontraron quisieron que cantara no se
que cosa, y el senor, que no estaba para cantos, se nego."
La joven miro al militar con expresion de estupor. Parecia no
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