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mpre pensando en componerte. ?Para que te ocupas en esas fruslerias? Ella, la verdad sea dicha, aunque tenia una razonable contestacion que dar a aquella pregunta, no se atrevio; y doblando tristemente su obra, fue a sepultarla en la comoda. Elias no se ablando por esta prueba de sumision, y en tono mas agrio y severo le dijo al verla tirar de la gaveta: --Cuando digo que te has echado a perder.... Pero no fue esto lo peor que escucho la pobrecilla mientras, llena de vergueenza, devolvia a la tumba aquel despojo que habia querido profanar sacandolo de tan venerable asilo. No fue esto lo peor que oyo, porque el viejo, bajando la voz y como si hablara consigo mismo, dijo: --Al fin tendre que tomar una determinacion contigo. iJesus, santos y santas del cielo! iQue determinacion sera esa!... iSi querra tambien el viejo encerrarla a ella en la misma gaveta como una prenda sin uso!... Aquello de la determinacion la tuvo preocupada muchos dias. En vano trato de sondear el animo del viejo. iAy! Pero si ella no sabia sondear animos de nadie... El unico medio de que se hubiera valido para averiguarlo era preguntarselo sencillamente, y a esto no se atrevia. Aun hubo mas. Por la triste calle de Valgame Dios solia pasar una ramilletera, que en su cesta llevaba algunos manojos de claveles, dos decenas de rosas y muchas, muchisimas violetas. Clara observaba al traves de los cristales el paso de aquellos frescos colores que le atraian el alma, de aquellos suaves aromas que anhelaba aspirar desde el balcon. Un dia se decidio a comprar unas flores, y mando a Pascuala por ellas. Clara las tomo, las beso mil veces, les puso agua, las acaricio, se las puso en el seno, en la cabeza, y no pudo menos de mirarse al espejo con aquel atavio; las volvio a poner en el agua, y, por ultimo, las dejo quietas en un bucaro, que tuvo la imprudencia de colocar donde Coletilla ponia su baston y su sombrero cuando llegaba de la calle. iOh! Sin duda el, al entrar, se habia de poner alegre viendo las flores. Las flores le gustarian mucho. iQue sorpresa tendria!... Esto pensaba ella. Decididamente era una tonta. El fanatico llego y se acerco a la mesa; pero al poner en ella su sombrero, choco este con el vaso, que cayo al suelo, soltando las flores y vertiendo el agua en las mismas piernas del realista. El hombre monto en colera, y mirando con furor a la huerfana, que estaba temblando, grito: --?Que flores son estas? ?Quien te ha mandado
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