comprender
nada de lo que este habia dicho.
"Eran unos borrachos que quisieron hacerle dano; pero pase yo
felizmente... No se asuste usted: no tiene nada."
Elias parecio un poco repuesto; aparto con despego a la joven, y su
semblante principio a serenarse.
"iAy! que miedo he tenido esta noche--dijo la joven.--Esperandole hora
tras hora y sin parecer.... Luego esos alborotos en la calle.... A media
noche pasaron por ahi unos hombres gritando. Pascuala y yo nos
escondimos alli dentro, y nos sentamos en un rincon temblando de miedo.
iComo gritaban! Despues sentimos muchos golpes ... decian que iban a
matar a uno. Nosotras nos pusimos a llorar: Pascuala se desmayo; pero yo
procure animarme, y juntas empezamos a rezar de rodillas delante de la
Virgen que esta alli dentro. Despues se fue alejando el ruido; sentimos
unos quejidos en la calle. iAy! no lo quiero recordar. Todavia no se me
ha quitado el susto."
El militar oyo con interes estas palabras; pero sin dejar de oirlas
dirigio su atencion a reconocer el sitio en que se hallaba y a examinar
el aspecto de la amable persona que en el vivia.
La casa era modesta; pero la sencillez y el aseo revelaban en ella un
bienestar pacifico.
La joven llamo su atencion mas que la casa. Clara (que asi se llamaba,)
representaba mas de diez y ocho anos y menos de veintidos. Sin embargo,
estamos seguros de que no tenia mas que diez y siete. Su estatura era
mas bien alta que baja, y su talle, su busto, su cuerpo todo tenian las
formas gallardas y las bellas proporciones que han sido siempre
patrimonio de las hijas de las dos Castillas. El color de su rostro,
propiamente castellano tambien, era muy palido, no con esa palidez
intensa y calenturienta de las andaluzas sino con la marmorea y fresca
blancura de las hijas de Alcala, Segovia y Madrid. En los ojos negros y
grandes habia puesto todos sus signos de expresion la tristeza. Su nariz
era delgada y correcta, aunque demasiado pequena; su frente pequena
tambien, pero de un corte muy bello; su boca muy hermosa y embellecida
mas por la graciosa forma de la barba y la garganta, cuya voluptuosidad
y redondez contribuia a hacer de su semblante uno de los mas
encantadores palmos de cara que se habia ofrecido a las miradas del
militar desconocido, el cual (digamoslo de paso) era hombre corrido en
asuntos femeninos.
El peinado de Clara podia rigurosamente ser tachado de provinciano,
porque se alzaba en un mono de tres tramos sobre la
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