na. En lugar de
la redoma de cristal, tapaba todo esto un pedazo de gasa, sujeto con
cintas azules a las piernas de la diosa, la cual ostentaba en su
profano pecho un escapulario de la Virgen del Carmen.
Una mesa de tocador, tres sillas de viejo nogal, pesadas y lustrosas,
un cojincillo erizado de agujas y alfileres, banqueta y cama de caoba
de muy voluminosa arquitectura, cubierta con manta palentina,
completaban el ajuar.
Clara estaba delante de su espejo, y se ocupaba en enredarse en la
coronilla una gruesa trenza de pelo negro, recientemente tejida y
terminada en la punta con un atadijo del mismo pelo y un lazo encarnado.
Dos ordenes de pequenos rizos; guedejas sutiles, retorcidas con
negligencia, le adornaban la frente, y de las sienes blancas, cuya piel
transparentaba ligeramente la raya azulada de alguna vena, le caian dos
airosos mechones.
No hay actitud mas propia para apreciar debidamente las formas
academicas de una mujer, que esa que toma cuando alza las manos y se
enrolla una trenza en la cabeza, dejando ver el busto, el talle, el
cuello en toda su redondez. Tiendense los musculos del pecho, se
contornea la espalda, y el angulo del codo y las suaves curvas del
hombro describen en su dilatacion graciosas lineas que dan armoniosa
expresion escultural a toda la figura.
Concluida la operacion del peinado, Clara echo una mirada de deseo y
desconfianza a la ultima gaveta de la enorme comoda en donde tenia su
ropa. Es que alli existia, guardado con singular esmero, un traje que
Elias le habia comprado algunos anos antes, cuando era menos adusto y
grunon. Este traje, que era lo mas lujoso y bello que la huerfana
poseia, tenia la forma y los colores mas en moda en aquella epoca:
cuerpo de terciopelo negro con prolijos dibujos de pasamaneria, y
guardapies de seda pajizo, adornado con una gran franja, como de a
tercia, de encaje negro. Dudaba si sacarlo o no: queria ponerselo, y
temia ponerselo; queria lucir aquel dia su mejor vestido, y temio al
mismo tiempo estar demasiado guapa con el. ?Por que? Y se detenia
pensativa y triste, sin atreverse a sacar a la luz publica aquel tesoro
tanto tiempo escondido. ?Por que? Porque Elias se habia puesto tan
fastidioso (asi decia ella), estaba tan maniatico y la renia tanto sin
motivo... ique singularidad! La semana anterior estaba cosiendo y
arreglando la cenefa del vestido que se habia roto, cuando entro aquel
hombre, y bruscamente le dijo:
--?Que haces ahi...? Sie
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