ada
uno de los penascos y de las zarzas un jiron de vestido o de carne,
hasta que llego al fondo donde se quedo aplastada como un sapo que se
coge debajo del pie?
--Entonces, respondi asombrado a mi vez de la credulidad de aquel
pobre hombre, dare credito a lo que usted dice, sin objetar palabra;
aunque a mi se me habia figurado, anadi recalcando estas ultimas
frases para ver el efecto que le hacian, que todo eso de las brujas y
los hechizos no eran sino antiguas y absurdas patranas de las aldeas.
--Eso dicen los senores de la ciudad, porque a ellos no les molestan;
y fundados en que todo es puro cuento, echaron a presidio a algunos
infelices que nos hicieron un bien de caridad a la gente del
Somontano,[1] despenando a esa mala mujer.
[Footnote 1: la gente del Somontano = 'the people of the Slope,'
those living near the foot of the Moncayo mountain.]
--?Conque no cayo casualmente ella, sino que la hicieron rodar, que
quieras que no? iA ver a ver! Cuenteme usted como paso eso, porque
debe ser curioso, anadi, mostrando toda la credulidad y el asombro
suficiente, para que el buen hombre no maliciase que solo queria
distraerme un rato, oyendo sus sandeces; pues es de advertir que hasta
que no me refirio los pormenores del suceso, no hice memoria de que,
en efecto, yo habia leido en los periodicos de provincia una cosa
semejante. El pastor, convencido por las muestras de interes con que
me disponia a escuchar su relate, de que yo no era uno de esos senores
_de la ciudad_, dispuesto a tratar de majaderias su historia, levanto
la mano en direccion a uno de los picachos de la cumbre, y comenzo
asi, senalandome una de las rocas que se destacaba obscura e imponente
sobre el fondo gris del cielo, que el sol, al ponerse tras las nubes,
tenia de algunos cambiantes rojizos.
--?Ve usted aquel cabezo alto, alto, que parece cortado a pico, y por
entre cuyas penas crecen las aliagas y los zarzales? Me parece que
sucedio ayer. Yo estaba algunos doscientos pasos camino atras de donde
nos encontramos en este momento: proximamente seria[1] la misma hora,
cuando crei escuchar unos alaridos distantes, y llantos e
imprecaciones que se entremezclaban con voces varoniles y colericas
que ya se oian por un lado, ya por otro, como de pastores que
persiguen un lobo por entre los zarzales. El sol, segun digo, estaba
al ponerse, y por detras de la altura se descubria un jiron del cielo,
rojo y encendido como la grana, sobre el que vi apa
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