vosotros lo habeis visto; me he expuesto a morir entre los
pies de su caballo por detenerle. Yo he cumplido con mi deber. Con el
diablo no sirven valentias. Hasta aqui llega el montero con su
ballesta; de aqui adelante, que pruebe a pasar el capellan con su
hisopo.[1]
[Footnote 1: hisopo = 'aspergillum.' A brash or metallic instrument
for the sprinkling of holy water. As to the efficacy of holy water
against evil spirits St. Teresa of Avila (1515-1582) speaks as
follows:
I have learned from frequent experience that there is nothing better
(than holy water) to drive them away and to prevent them from
returning: they flee at the sight of the Cross, but return. The
virtue of holy water must be great indeed.
See _Escritos de Santa Teresa_, "Libro de su vida," capitulo 31, in
the _Biblioteca de Autores Espanoles_, Madrid, Rivadeneyra, 1861, p.
94.
L'Abbe Jean Joseph Gaume has written a work, entitled _l'Eau lenite
au XIXe siecle_ (Paris, 1866), in which he also advocates the use of
holy water to-day for similar purposes.]
II
--Teneis la color quebrada; andais mustio, y sombrio; ?que os sucede?
Desde el dia, que yo siempre tendre por funesto, en que llegasteis a
la fuente de los Alamos en pos de la res herida, diriase que una mala
bruja os ha encanijado con sus hechizos.
Ya no vais a los montes precedido de la ruidosa jauria, ni el clamor
de vuestras trompas despierta sus ecos. Solo con esas cavilaciones que
os persiguen, todas las mananas tomais la ballesta para enderezaros a
la espesura y permanecer en ella hasta que el sol se esconde. Y cuando
la noche obscurece y voiveis palido y fatigado al castillo, en balde
busco en la bandolera los despojos de la caza. ?Que os ocupa tan
largas horas lejos de los que mas os quieren?
Mientras Inigo hablaba, Fernando, absorto en sus ideas, sacaba
maquinalmente astillas de su escano de ebano con el cuchillo de monte.
Despues de un largo silencio, que solo interrumpia el chirrido de la
hoja al resbalarse sobre la pulimentada madera, el joven exclamo
dirigiendose a su servidor, como si no hubiera escuchado una sola de
sus palabras:
--Inigo, tu que eres viejo, tu que conoces todas las guaridas del
Moncayo, que has vivido en sus faldas persiguiendo a las fieras, y en
tus errantes excursiones de cazador subiste mas de una vez a su
cumbre, dime, ?has encontrado por acaso una mujer que vive entre sus
rocas?
--iUna mujer! exclamo el montero
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