a el pastor, y mientras
seguiamos juntos por una trocha que se dirigia al pueblo, adonde
tambien iba a pasar la noche mi improvisado guia, no pude menos de
preguntarle con alguna insistencia, por que, aparte de las
dificultades que ofrecia el ascenso, era tan peligroso subir a la
cumbre por la senda que llamo de la tia Casca.
--Porque antes de terminar la senda, me dijo con el tono mas natural
del mundo, tendriais que costear el precipicio a que cayo la maldita
bruja que le da su nombre, y en el cual se cuenta que anda penando el
alma que, despues de dejar el cuerpo, ni Dios ni el diablo han querido
para suya.
--iHola! exclame entonces como sorprendido, aunque, a decir verdad, ya
me esperaba una contestacion de esta o parecida clase. Y ?en que
diantres se entretiene el alma de esa pobre vieja por estos
andurriales?
--En acosar y perseguir a los infelices pastores que se arriesgan por
esa parte de monte, ya haciendo ruido entre las matas, como si fuese
un lobo, ya dando quejidos lastimeros como de criatura, o
acurrucandose en las quiebras de las rocas que estan en el fondo del
precipicio, desde donde llama con su mano amarilla y seca a los que
van por el borde, les clava la mirada de sus ojos de buho, y cuando el
vertigo comienza a desvanecer su cabeza, da un gran salto, se les
agarra a los pies y pugna hasta despenarlos en la sima.... iAh,
maldita bruja! exclamo despues de un momento el pastor tendiendo el
puno crispado hacia las rocas como amenazandola; iah! maldita bruja,
muchas hiciste en vida, y ni aun muerta hemos logrado que nos dejes en
paz; pero, no haya cuidado, que a ti y tu endiablada raza de
hechiceras os hemos de aplastar una a una como a viboras.
--Por lo que veo, insisti, despues que hubo concluido su extravagante
imprecacion, esta usted muy al corriente de las fechorias de esa
mujer. Por ventura, ?alcanzo usted a conocerla? Porque no me parece de
tanta edad como para haber vivido en el tiempo en que las brujas
andaban todavia por el mundo.
Al oir estas palabras el pastor, que caminaba delante de mi para
mostrarme la senda, se detuvo un poco, y fijando en los mios sus
asombrados ojos, como para conocer si me burlaba, exclamo con un
acento de buena fe pasmosa:--iQue no le parezco a usted de edad
bastante para haberla conocido! Pues ?y si yo le dijera que no hace
aun tres anos cabales que con estos mismos ojos que se ha de comer la
tierra, la vi caer por lo alto de ese derrumbadero, dejando en c
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