I), Sancho III, and Sancho IV are buried
here.]
--iAdelante! murmuro en voz baja, y quiso andar y no pudo. Parecia que
sus pies se habian clavado en el pavimento. Bajo los ojos, y sus
cabellos se erizaron de horror: el suelo de la capilla lo formaban
anchas y obscuras losas sepulcrales.
Por un momento creyo que una mano fria y descarnada le sujetaba en
aquel punto con una fuerza invencible. Las moribundas lamparas, que
brillaban en el fondo de las naves como estrellas perdidas entre las
sombras, oscilaron a su vista, y oscilaron las estatuas de los
sepulcros y las imagenes del altar, y oscilo el templo todo con sus
arcadas de granito y sus machones de silleria.
--iAdelante! volvio a exclamar Pedro como fuera de si, y se acerco al
ara, y trepando por ella subio hasta el escabel de la imagen. Todo
alrededor suyo se revestia de formas quimericas y horribles; todo era
tinieblas y luz dudosa, mas imponente aun que la obscuridad. Solo la
Reina de los cielos, suavemente iluminada por una lampara de oro,
parecia sonreir tranquila, bondadosa, y serena en medio de tanto
horror.
Sin embargo, aquella sonrisa muda e inmovil que le tranquilizara[1] un
instante, concluyo por infundirle temor; un temor mas extrano, mas
profundo que el que hasta entonces habia sentido.
[Footnote 1: tranquilizara. See p.16, note 3.]
Torno empero a dominarse, cerro los ojos para no verla, extendio la
mano con un movimiento convulsivo y le arranco la ajorca de oro,
piadosa ofrenda de un santo arzobispo; la ajorca de oro cuyo valor
equivalia a una fortuna.[2]
[Footnote 2: equivalia a una fortuna. The jewels of this Virgin,
presents for the most part from crowned heads and high church
dignitaries, are in fact of immense value.]
Ya la presea estaba en su poder: sus dedos crispados la oprimian con
una fuerza sobrenatural, solo restaba huir, huir con ella: pero para
esto era preciso abrir los ojos, y Pedro tenia miedo de ver, de ver la
imagen, de ver los reyes de las sepulturas, los demonios de las
cornisas, los endriagos de los capiteles, las fajas de sombras y los
rayos de luz que semejantes a blancos y gigantescos fantasmas, se
movian lentamente en el fondo de las naves, pobladas de rumores
temerosos y extranos.
Al fin abrio los ojos, tendio una mirada, y un grito agudo se escapo
de sus labios.
La catedral estaba llena de estatuas, estatuas que, vestidas con
luengos y no vistos ropajes, habian descendido de sus huecos, y
oc
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