trajo el respeto de los dos
servidores. Uno de ellos le ayudo a despojarse de el, conservandolo
sobre sus brazos.
--Puede usted admirarlo; le doy permiso--dijo el ingeniero--. Lo
compre hace pocos dias. Una rica pieza, ?eh?...
Pero el criado, sin hacer caso de su tono burlon, contesto:
--Lo pondre aparte. Temo que a la salida se equivoque alguno y se lo
lleve, dejando el suyo al senor.
Y guino un ojo, senalando al mismo tiempo los gabanes de aspecto
lamentable amontonados en la antesala.
La noble poetisa mostro un entusiasmo ruidoso al verle en sus salones.
Apartando a los otros invitados, salio a su encuentro y le estrecho
ambas manos a la vez. Luego, apoyada en su brazo, lo fue llevando
entre los grupos para hacer la presentacion. Le acariciaba con los
ojos, como si fuese el principal atractivo de su fiesta; parecia
sentir orgullo al mostrarlo a sus amigas. Con razon el dia anterior le
habia dicho, burlandose, Elena: "iMucho ojo, Robledo! La condesa esta
locamente enamorada de usted, y la creo capaz de raptarle."
Expresaba la poetisa su entusiasmo con una avalancha de palabras al
hacer la presentacion del ingeniero.
--Un heroe; un superhombre del desierto, que alla en las pampas de la
Argentina ha matado leones, tigres y elefantes.
Robledo puso cara de espanto al oir tales disparates, pero la condesa
no estaba para reparar en escrupulos geograficos.
--Cuando me haya contado todas sus hazanas--continuo--, escribire un
poema epico, de caracter moderno, relatando en verso las aventuras de
su vida. A mi, los hombres solo me interesan cuando son heroes...
Y otra vez Robledo puso cara de asombro.
Como la condesa no veia ya cerca de ella mas invitados a quienes
presentar su heroe, lo condujo a un gabinete completamente solitario,
sin duda a causa de los olores que a traves de un cortinaje llegaban
de la cocina, demasiado proxima.
Ocupo un sillon amplio como un trono, e invito a sentarse a Robledo.
Pero cuando este buscaba una silla, la Titonius le indico un taburete
junto a sus pies.
--Asi lograremos que sea mayor nuestra intimidad. Parecera usted un
paje antiguo prosternado ante su dama.
No podia ocultar Robledo el asombro que le causaban estas palabras,
pero acabo por colocarse tal como ella queria, aunque el asiento le
resultase molesto, a causa de su corpulencia.
Copiaba la Titonius los gestos pueriles y el habla ceceante de su
amiga; pero estas imitaciones infantiles resultaban en ella
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