esto
parecio contrariar a la hija de Rojas.
--Acabare por renir con usted. Se empena en tratarme como una
muchachita, cuando soy la primera dama del pais, la princesa dona Flor
de Rio Negro.
Continuaba Watson sus risas, y esta insistencia vencio finalmente la
fingida gravedad de la joven. Los dos unieron sus carcajadas; pero la
senorita Rojas mostro a continuacion un interes maternal, que le hizo
enterarse minuciosamente de la vida que llevaba su amigo.
--Trabaja usted demasiado, y yo no quiero que se canse, ?sabe,
gringuito?... Es mucho quehacer para un hombre solo. ?Cuando viene su
amigo Robledo?... De seguro que estara divirtiendose alla en Paris.
Watson hablo tambien con seriedad al oir el nombre de su asociado.
Estaba ya de regreso y llegaria de un momento a otro. En cuanto a su
trabajo, no lo consideraba anonadador. El habia hecho cosas mas
dificiles y penosas en otras tierras. Mientras los ingenieros del
gobierno no terminasen el dique, lo que trabajaban Robledo y el era
unicamente para ganar tiempo, pues los canales de nada podian servir
sin el agua del rio.
Habian empezado a caminar, e insensiblemente se dirigieron hacia el
pueblo. Ricardo marchaba a pie, con una mano apoyada en el cuello del
caballo y los ojos en alto, para ver a Celinda mientras hablaba. Los
peones, dando por terminado el trabajo, recogian sus herramientas.
Como los dos querian evitar un encuentro con los grupos que regresaban
al pueblo, siguieron avanzando lejos del rio, por donde empezaba a
elevarse el terreno, formando la pendiente de la altiplanicie pampera.
Al subir la hinchazon de un contrafuerte de esta muralla que se perdia
de vista, contemplaron a sus pies todo el antiguo campamento
convertido en pueblo y la amplitud lacustre formada por el rio ante el
estrecho donde iba a construirse el dique.
El campamento era un conglomerado de viviendas levantadas sin orden:
chozas hechas de adobes con cubierta de paja, casas de ladrillo con
techos de ramaje o de cinc, tiendas de lona. Las construcciones mas
comodas eran de madera y desarmables, estando ocupadas por los
ingenieros, los capataces y otros empleados. Por encima de todas las
viviendas emergia una casa de madera montada sobre pilotes, con una
galeria exterior ante sus cuatro fachadas: un _bengalow_ desembarcado
en Bahia Blanca semanas antes por encargo del italiano Pirovani,
contratista de las obras del dique.
Asi que empezaba a anochecer, las calles de este pueblo i
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