o parecia mas alla de los treinta anos, podia ser
tenido por hermoso; pero su rostro se contraia algunas veces con un
gesto repelente, y sus grandes ojos obscuros brillaban con una
expresion imperiosa y cruel. Le apodaban _Manos Duras_, nombre famoso
en el pais y resultaba un vecino inquietante, pues vivia de vender
reses, y nadie lograba averiguar donde habia hecho antes sus compras.
Algunos viejos, conocedores de su origen, lo declaraban nacido en la
Pampa Central. Sus padres, sus abuelos, toda su familia, habian sido
personas excelentes, "gauchos buenos", que vivian de la crianza de la
propia "hacienda". Pero Manos Duras habia nacido para ser "gaucho
malo", ladron de reses y maton. En vano su padre, hombre de bien, le
daba buenos consejos y sanos ejemplos.
Un antiguo parroquiano del boliche resumia con gravedad filosofica la
ineficacia de estos esfuerzos valiendose de un refran del pais:
"Al que nace barrigon, es en balde que lo fajen."
El dueno del almacen, al verle entrar, le presento un vaso de ginebra,
y los gauchos de peor catadura se llevaron una mano al sombrero para
saludarle, como si fuese su jefe. Los trabajadores europeos le miraron
con curiosidad, repitiendo su nombre, y las mestizas fueron hacia el,
sonriendo como esclavas.
Manos Duras acogio este recibimiento con cierta altivez. Una de las
mujeres se apresuro a ofrecerle un asiento de honor, y trajo otro
craneo de caballo. Se acomodo el terrible gaucho en el, teniendo en
torno a los demas parroquianos sentados en el suelo.
Continuo la _cueca_, interrumpida un momento por la aparicion de Manos
Duras, y no ceso al entrar un nuevo personaje, acogido con grandes
reverencias por el dueno del establecimiento desde el otro lado del
mostrador.
Era don Roque, comisario de policia de la Presa y unico representante
de la autoridad argentina en el pueblo y sus alrededores. El
gobernador del territorio de Rio Negro vivia en una poblacion a
orillas del Atlantico, para llegar a la cual era preciso un viaje de
doce dias a caballo; seis veces mas de lo que se necesitaba para
trasladarse a Buenos Aires por ferrocarril. A causa de esto, el
comisario disfrutaba de la mejor de las independencias: la del olvido.
El gobernador vivia demasiado lejos para mandarle. Su jefe mas
inmediato era el ministro del Interior, residente en la capital de la
Republica; pero se hallaba demasiado alto para ocuparse de su
existencia.
En realidad, no abusaba de su poder, ni di
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