os restos del gran naufragio de
los Torrebianca.
En torno a Elena se fue formando un corro de chiquillos y pobres
mujeres, en su mayor parte mestizas, contemplandola todos con asombro
y admiracion, como si fuese un ser de otro planeta que acababa de caer
en la tierra. Algunas muchachitas tocaron disimuladamente la tela de
su vestido, para apreciar mejor su finura.
Fueron acudiendo, atraidos por el suceso, los principales personajes
del campamento, y el espanol hizo la presentacion de sus amigos
Canterac, Pirovani y Moreno.
Al ver Watson que los hombres que habian cargado con los equipajes los
metian en su vivienda, busco a Robledo apresuradamente.
--Pero ?esa senora tan elegante va a vivir con nosotros?...
--Esa senora--contesto el espanol--es la esposa de un companero que
viene a participar de nuestra suerte. No vamos a construir un palacio
para ella.
Le fue imposible a la recien llegada ocultar su desaliento al recorrer
las diversas piezas de la casa de los dos ingenieros, que iba a ser en
adelante la suya. Las paredes eran de madera, los muebles pocos y
rusticos, y mezclados con ellos vio sillas de montar, aparatos de
topografia, sacos de comestibles. Todo estaba revuelto y sucio en esta
vivienda dirigida por hombres distraidos a todas horas por las
preocupaciones de su trabajo.
Torrebianca sonreia con una amabilidad humilde, aceptando las
explicaciones de su amigo. Todo lo que este hiciese le parecia bien y
digno de agradecimiento.
--He aqui nuestra servidumbre--dijo Robledo.
Y presento a una mestiza gorda y entrada en anos, la criada principal,
dos pequenos mestizos descalzos, que llevaban los recados, y un
espanol rustico, encargado de la caballeriza. Esta gente mal pergenada
fue manifestando con sonrisas interminables la admiracion que sentia
ante la hermosa senora, y Elena acabo por reir tambien, nerviosamente,
al recordar los domesticos que habia dejado en Paris.
Despues de la cena, Robledo, que deseaba enterarse de la marcha de los
trabajos, hablo a solas con su consocio. Este le fue ensenando los
planos y otros papeles.
--Antes de seis meses--anadio Watson--podremos regar nuestras tierras,
segun afirma Canterac, y dejaran de ser una llanura esteril.
Robledo mostro su contento.
--Un verdadero paraiso va a surgir, gracias a nuestro trabajo, de este
suelo que solo produce ahora matorrales. Miles de personas encontraran
aqui una existencia mejor que en el viejo mundo. Usted y yo, que
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