resolucion, y persistia en ella,
sin mas esperanza que un suceso inesperado y milagroso, unico que
podia salvarle. Y si no llegaba este prodigio... entonces...
Miro Robledo a todos lados, fijandose en la mesa y otros muebles de la
biblioteca. iNo poder adivinar donde estaba guardado el revolver que
era para su amigo el ultimo remedio!...
--?Hay gente ahi fuera?--pregunto Torrebianca.
Como parecia conocer las visitas molestas que durante el dia habian
desfilado por el recibimiento, Robledo no pidio una aclaracion a esta
pregunta, limitandose a contestarla con un movimiento negativo.
Entonces el hablo de aquella invasion de acreedores que llegaba de
todos los extremos de Paris.
--Huelen la muerte--dijo-, y vienen sobre esta casa como bandas de
cuervos... Cuando entro Elena a media tarde, el recibimiento estaba
repleto... Pero ella posee una magia a la que no escapan hombres ni
mujeres, y le basto hablar para convencerlos a todos. Creo que hasta
le habrian hecho nuevos prestamos de pedirselos ella...
Ensalzaba con orgullo el poder seductor de su esposa; pero la realidad
se sobrepuso muy pronto a esta admiracion.
--Volveran--dijo con tristeza--. Se han ido, pero volveran manana...
Tambien Elena ha visto a ciertos amigos poderosos que inspiran a los
periodicos o tienen influencia sobre los jueces. Todos le han
prometido servirla; pero iay! cuando ella esta lejos, cuando no la
ven, su poder ya no es el mismo... Le han dicho que arreglaran las
cosas, y no dudo que asi sera por el momento; pero ?que puede una
mujer contra tantos enemigos?... Ademas, no debo consentir que mi
esposa vaya de un lado a otro defendiendome, mientras yo permanezco
aqui encerrado. Se a lo que se expone una mujer cuando va a solicitar
el apoyo de los hombres. No... Eso seria peor que la carcel.
Y por las pupilas de Torrebianca, que mostraba a veces un temor pueril
y a continuacion una gran energia, paso cierto resplandor agresivo al
pensar en los peligros a que podia verse expuesta la fidelidad de
Elena durante las gestiones hechas para salvarle.
--La he prohibido que continue las visitas, aunque sean a viejos
amigos de su familia. Un hombre de honor no puede tolerar ciertas
gestiones cuando se trata de su mujer... Confiemonos a la suerte, y
ocurra lo que Dios quiera. Solo el cobarde carece de solucion cuando
llega el momento decisivo.
Robledo, que le habia escuchado sin dar muestras de impaciencia, dijo
con voz grave:
--Yo tengo
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