aba el
pecho.
--No he adivinado nada, condesa. Los que vivimos alla en el desierto,
inos criamos tan brutos!
Agolparonse los invitados en torno a la mesa, admirando los grandes
platos que ocupaban su centro, como algo imposible de conquistar. Eran
magnificos pasteles y piramides de frutas enormes, que se destacaban
majestuosos sobre otras cosas de menos importancia.
Los dos criados que estaban antes en el recibimiento y un _maitre
d'hotel_ con cadena de plata y patillas de diplomatico viejo parecian
defender el tesoro del centro de la mesa, dignandose entregar
unicamente lo que estaba en los bordes de ella. Servian tazas de te,
de chocolate, o copas de licor; y en cuanto a comestibles, solo
avanzaban los platos de emparedados y galletas.
El viejo de las bufandas, al que llamaba la condesa _cher maitre_, se
canso sin exito dirigiendo peticiones a un criado que no queria
entenderle. Avanzaba un plato vacio para obtener un pedazo de pastel o
una de las frutas, senalando ansiosamente el objeto de sus deseos.
Pero el domestico le miraba con asombro, como si le propusiese algo
indecente, acabando por volver la espalda, luego de depositar en su
plato una galleta o un emparedado.
Robledo quedo junto a la mesa, cerca de aquellas materias preciosas y
alquiladas defendidas por la servidumbre. La condesa abandono su brazo
para contestar a los que la felicitaban. Satisfecho de que la poetisa
le dejase en paz por unos instantes, fue examinando la mesa, con un
plato y un cuchillito en las manos. Como el _maitre d'hotel_ y sus
acolitos estaban ocupados en atender al publico, pudo avanzar entre
aquella y la pared, y corto tranquilamente un pedazo del pastel mas
majestuoso. Aun tuvo tiempo para tomar igualmente una de las frutas
vistosas, partiendola y mondandola. Pero cuando iba a comerla, la
duena de la casa, libre momentaneamente de sus admiradores, pudo
volver hacia el su rostro amoroso, y lo primero que vio fue el enorme
pastel empezado y la fruta despedazada sobre el platillo que el heroe
tenia en una mano.
Su fisonomia fue reflejando las distintas fases de una gran revolucion
interior. Primeramente mostro asombro, como si presenciase un hecho
inaudito que trastornaba todas las reglas consagradas; luego,
indignacion; y, finalmente, rencor. Al dia siguiente tendria que pagar
este destrozo estupido... iY ella que se imaginaba haber encontrado un
alma de heroe, digna de la suya!...
Abandono a Robledo, y fue al encuent
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