tos que dejaban a sus espaldas. Ahora,
los antiguos fortines, guarnecidos por los destacamentos que el
gobierno habia hecho avanzar desde Buenos Aires para que tomasen
posesion del desierto, se convertian en pueblos, separados unos de
otros por centenares de kilometros.
Entre dos poblaciones de estas, considerablemente alejadas, era donde
vivia Robledo, transformando su campamento de trabajadores en un
pueblo que tal vez antes de medio siglo llegase a ser una ciudad de
cierta importancia. En America no eran raros prodigios de esta clase.
Le escuchaba Elena con deleite, lo mismo que cuando, en el teatro o en
el cinematografo, sentia despertada su curiosidad por una fabula
interesante.
--Eso es vivir--decia--. Eso es llevar una existencia digna de un
hombre.
Y sus ojos dorados se apartaban de Robledo para mirar con cierta
conmiseracion a su esposo, como si viese en el una imagen de todas las
flojedades de la vida muelle y extremadamente civilizada, que
aborrecia en aquellos momentos.
--Ademas, asi es como se gana una gran fortuna. Yo solo creo que son
hombres los que alcanzan victorias en las guerras o los capitanes del
dinero que conquistan millones... Aunque mujer, me gustaria vivir esa
existencia energica y abundante en peligros.
Robledo, para evitar a su amigo las recriminaciones de un entusiasmo
expresado por ella con cierta agresividad, hablo de las miserias que
se sufren lejos de las tierras civilizadas. Entonces la marquesa
parecio sentir menos admiracion por la vida de aventuras, confesando
al fin que preferia su existencia en Paris.
--Pero me hubiera gustado--anadio con voz melancolica--que el hombre
que fuese mi esposo viviera asi, conquistando una riqueza enorme.
Vendria a verme todos los anos, yo pensaria en el a todas horas, e
iria tambien alguna vez a compartir durante unos meses su vida
salvaje. En fin, seria una existencia mas interesante que la que
llevamos en Paris; y al final de ella, la riqueza, una verdadera
riqueza, inmensa, novelesca, como rara vez se ve en el viejo mundo.
Se detuvo un instante, para anadir con gravedad, mirando a Robledo:
--Usted parece que da poca importancia a la riqueza, y si la busca es
por satisfacer su deseo de accion, por dar empleo a sus energias. Pero
no sabe lo que es ni lo que representa. Un hombre de su temple tiene
pocas necesidades. Para conocer lo que vale el dinero y lo que puede
dar de si, se necesita vivir al lado de una mujer.
Volvio a mir
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