no, que juzgo seria su padre.
La otra persona era un militar; los tres hablaban con calor. Lazaro les
siguio a alguna distancia, comprendiendo que no era aquella la mejor
ocasion para hablar a Bozmediano; pero se decidio a seguirles hasta ver
donde paraban. Anduvieron varias calles, y al fin llegaron a la plazuela
de Afligidos; se detuvieron ante una puerta enorme, de las que en aquel
antiquisimo sitio dan entrada a las vetustas casas del siglo XVII, y
Bozmediano, el joven, toco. No tardaron en abrirles, y entraron. Lazaro,
que les observaba desde lejos, noto que parecian recatarse, procurando
no ser vistos. El militar entro el ultimo, despues de mirar a todos los
rincones de la plazuela. Bien pronto se vio luz en una de las ventanas
de la casa, pero una mano cerro las maderas y no se vio mas claridad.
Sin saber por que, la imaginacion del estudiante no pudo menos de
atribuir a la entrada de aquellas personas en tal casa cierto misterio:
se acerco, miro el numero, y cuando se alejaba, dispuesto ya a
retirarse, vio que venian otras dos personas embozadas hasta los ojos.
Paso junto a ellas Lazaro, fingiendo que seguia su camino, y
refugiandose tras la esquina de la calle de las Negras, observo que
tocaron, que les abrieron sin tardanza, y que entraron. Tal vez sera
casualidad--penso el joven;--pero algo tiene de extrano la reunion de
aquellas personas en el mismo sitio.
No pasaron diez minutos, cuando Lazaro vio aparecer, viniendo del
portillo de San Bernardino, a otros tres personajes, igualmente
embozados; observo que se detenian para ver si les miraban, y por
ultimo, despues de tocar, entraron en la casa. "Ya van ocho", dijo para
si, y espero a ver si venia otra remesa.
Poco despues uno solo, que desemboco por la calle de Osuna y marchando
muy a prisa. Detras de este aparecieron dos, que no necesitaron tocar,
y, por ultimo, llegaron uno tras otro cinco mas, que entraron
sucesivamente y separados.
--Sin duda hay aqui algo--dijo Lazaro.--Han entrado diez y seis. Es un
club secreto, una conspiracion, tal vez una logia de masones. A las once
se retiro viendo que hacia una hora que no entraba nadie; peto se retiro
resuelto a volver la noche siguiente para observar si aquello se
repetia. Era evidente para el que alli se verificaba una reunion de
personas graves, sin duda con algun fin politico. Odiaba de muerte a
Bozmediano, y este sentimiento le llevo a sentar el principio de que lo
que alli se trataba no podia ser
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