toda la ropa de
casa del senor Nuncio del Papa, y la del Patriarca de las Indias; coso a
todo el arzobispado de Toledo, y a veces coso a la capilla de Palacio.
Esta relacion de las altas jerarquias que servia la aguja de dona
Rosalia, le dio cierta importancia a los ojos de Maria de la Paz Jesus.
--Yo vivo alla arriba y he visto... ?Pero ustedes no han caido en ello?
--?En que?
--En ese hombre que ha entrado aqui.
--?Que hombre? ?que dice?--exclamaron a una las dos ruinas en el tono
del que siente estallar un volcan.
--Pues yo venia a avisarselo a ustedes para que evitaran que otra vez
pasara. Es el caso que en la buhardilla de la casa en que yo vivo hay
una puertecilla que da a la buhardilla de esta casa.
La cara que pusieron las Porrenas no cabe en ninguna descripcion.
--Si--continuo la sastra--y un joven militar se metio una tarde por esa
puerta de que hablo; se metio aqui... Yo me malicie, cuando le vi, que
habla aqui alguna jovencita.
--Pero senora--dijo Paz, poniendose en pie--?esta usted segura de lo que
dice? iUn hombre ha entrado aqui ... aqui, en esta casa!
--Si, senora: yo lo he observado. Se colo por el cuarto de unas vecinas
... amigas mias. Yo lo he visto.
--?Cuando? pregunto Salome tomando aliento, porque ya el aliento
le faltaba.
--El domingo por la tarde.
--?A que hora?
--A eso de las cinco.
--iCuando estabamos en la procesion! iQue escandalo! Esa nina
desvergonzada ... esa muchachuela.... Bien me lo sospechaba yo--dijo
Paz, con las manos puestas en la cabeza y paseandose por la sala
como una loca.
--iAy! no sirvo para estas cosas... iYo me descompongo!--balbucio
Salome, inclinandose sobre el sofa con muestras de experimentar
un vahido.
--Pero, senoras, no se alarmen ustedes--dijo dona Rosalia, queriendo
calmar a las dos damas.--?Tienen ustedes alguna hija?
--No, senora: nosotras no tenemos ninguna, hija--contesto con mucho
enfado Maria de la Paz:--es una mozuela, una loca que admitimos aqui por
compasion, esperando que se corrigiera; pero ... ya me lo sospechaba yo.
iQue alhaja! ?Ves lo que yo decia? Dios mio, ?para que admitimos aqui a
semejante mujerzuela?
--Senora--manifesto Salome, oprimiendose el estomago y rehaciendose de
su vahido.--Cuente usted, aclare usted eso. iAy! Es demasiado horrible.
Nosotras no estamos acostumbradas a esas cosas, y tales hechos nos
confunden; yo, sobre todo, no puedo soportar....
--Pues no lo duden ustedes. El joven se colo
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