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obedezco, y la responsabilidad del exito cae sobre mi. Pero en la
desgracia, usted no me ha de abandonar: asi lo hemos pactado.
--Eso no: respecto a lo que he dicho a usted, no hay que insistir.
Tendra lo que desea, mas aun.
--Pues no espero mas que las ordenes de usted.
--Es indudable--dijo Elias, despues de una pausa, que ellos se han
propuesto marchar de acuerdo y destruir las pequenas diferencias que
entre ellos habia. Martinez de la Rosa y Toreno se dan la mano con el
ministro Feliu y con el mismo Argueelles.
--?Y que?
--Que eso es lo que conviene a nuestro plan.
--Excepto Argueelles, todos son muy odiados del pueblo, y no creo que
exista hombre alguno a quien mas aborrezcan los exaltados que el
ministro Feliu.
--Pues bien--dijo Coletilla:--yo estoy seguro, segurisimo de que esos
que he nombrado, y ademas Valdes, Alava, Garcia Herreros, el poeta
Quintana, el consejero de Estado Bozmediano y otros, se reunen, no se
si de dia o de noche, con todos los ministros y algunos generales. Sin
duda tienen algun proyecto entre manos, algun complot, quien sabe si
contra el Rey.
--?Y no sabe usted donde se reunen?
--No lo se; estoy rabiando por averiguarlo. Figurese usted que ocasion.
Precisamente son los que ... Le dire a usted como he sabido que esos
pajaros se reunen algunas noches, no se si todas las noches. Hace
algunos dias estaba Feliu en el cuarto del Rey. No habia consejo; estaba
el conde de T. contando chascarrillos. El Rey se reia mucho, y el
ministro tambien para que no le acusaran de irreverente. Despues Su
Majestad dijo que queria ver el decreto de la beneficencia que Feliu
tenia preparado, porque estaba delante el obispo de Leon, y el Rey
queria mostrarselo. Saco del bolsillo su excelencia el manuscrito, y al
mismo tiempo se le cayo un papel muy pequeno, sobre el cual Su Majestad,
que es mas ladino que Merlin, puso inmediatamente el pie. El ministro
noto la caida del papel, pero no se dio por entendido. Leyo su decreto,
dijo el prelado que no le gustaba, y el Rey que estaba complacidisimo.
Grande era su curiosidad por saber si aquel papel decia algo
interesante, y apresuro la despedida del ministro. Quedose solo y me
llamo; juntos leimos el papel, que decia: _A las diez; van por fin,
Argueelles y Calatrava. No falte usted_.
Esto nos aumento la curiosidad. Mandamos a las diez a una persona que
fuera a espiar la salida del ministro de su casa para observar donde
iba. Pero Feliu no salio; t
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