el otro con asombro.--Es en la
casa de Alava... ?Y eran muchos? ?A que hora?
Lazaro conto detenidamente todo lo que habla visto en la citada plazuela
dos noches seguidas y a la misma hora.
--No necesito mas--dijo el Doctrino al oido de Pinilla.
Esto pasaba en una pequena sala interior de la _Fontana_, donde el amo
tenia algunos centenares de botellas vacias, y dos o tres barriles,
vacios tambien, con gran sentimiento, de Curro Aldama. Cuando Lazaro
concluyo su relato, se sintio el ruido de aplausos y las voces
entusiastas que resonaban en el recinto del cafe. Hablaba con mucha
elocuencia Alfonso Nunez. Mas de doscientos jovenes exaltados, lleno el
espiritu de pasion expansiva, le aplaudian con entusiasmo. El joven
orador comunicaba su indiscreta fe a aquella masa de juventud inocente y
sonadora, cuando cuatro infames, a dos pasos de alli, preparaban un
sangriento desastre. Estas iniquidades, proyectadas por pocos y llevadas
a cabo por muchos con la sencillez propia de las turbas enganadas, son
muy frecuentes en las revoluciones. El gentio obra a veces obedeciendo a
una sola de sus voces, cualesquiera que sea: se mueve todo a impulso de
uno solo de sus miembros por una solidaridad fatal.
La _Fontana_ estaba aquella noche elocuente, ciega, grande en su
desvario. Iba a perpetrar un crimen sin conocerlo. Su elocuencia era la
justificacion prematura de un hecho sangriento; y para el que conocia su
proxima realizacion, las galas de aquella oratoria juvenil eran
espantosas y sombrias.
Lazaro entro en el cafe: aun no se atrevio, aunque tema la persuasion de
ser recibido con benevolencia, a presentarse en el centro del club. Se
quedo en un rincon, dispuesto a ser simple espectador; pero algunos
pidieron que hablara; Alfonso le empujo hacia la tribuna; el mismo dueno
del cafe se lo suplico con insistencia, y la mayor parte de la juventud,
que formaba el publico, le aplaudio, tributandole una ovacion
anticipada. No pudo eximirse: se resolvio a hablar, subio a la tribuna y
empezo. Felizmente no le acontecio aquella vez lo que en la desgraciada
noche de su llegada; no perdio la serenidad al encararse con las mil
cabezas del publico y ver abierto ante si el abismo de tanta atencion,
expresada en tantos ojos. Sin dificultad ninguna encontro el asunto de
su discurso, y desde las primeras frases vio desarrollarse ante su
imaginacion en serie muy clara todas las ideas que habian de constituir
la disertacion. A cada palabra sent
|