se como pudo sentirle. Lo cierto es que le sintio entrar, le conocio
en los pasos, desperto con mucho sobresalto, y cuando escucho su voz se
incorporo en el lecho con mucha agitacion, manifestando que le molestaba
mucho su voz. Con que calle usted, y procure no hacer ruido con esos
taconazos.... Vamos, ya puede usted retirarse....
--Senoras, buenas noches.
Aun no habia dado un paso, cuando Clara aparecio muy alterada, diciendo:
--Senoras, vengan ustedes, que se quiere salir de la cama ... No la
puedo sujetar. En cuanto sintio esta conversacion, se levanto muy a
prisa, diciendo que venia aca.
--iAh! Vamos a ver--dijo Paz, entrando en la habitacion.
--Empieza a delirar--dijo Salome, entrando tambien con Clara.
Lazaro subio pensando en aquel nuevo misterio de la mujer santa.
CAPITULO XXXII
#La Fontanilla.#
No encontro a su tio, que aquel dia no habia parecido por la casa. Si
hemos de verle nosotros, tenemos que dirigirnos al naciente club de
_La Fontanilla_, donde el buen realista conversaba muy calurosamente
con el Doctrino y con el otro joven llamado Aldama, de quien ya
tenemos noticia.
Indiquemos la variacion que habia ocurrido en aquella casa. El poeta
habia volado. Por fin consiguio Carrascosa el objeto de sus afanes; la
vizcaina se decidio a echar al poeta con todo su bagaje de Gracos, musas
y ninfas clasicas. Pudo mucho en la conciencia de la jamona la opinion
del vecindario, que se mostraba cada vez mas explicito en cuanto a las
supuestas relaciones entre la semidiosa y su cantor. Conjeturas podrian
hacerse sobre la desaparicion del joven, y hay indicios para creer que
pocas horas antes de la partida estuvo la patrona hablando muy por lo
bajo con su huesped.
Ausente el poeta y desocupado el parnasillo, don Gil trajo de la calle
de las Urosas el baul, que contenia sus tres casacas, su peluca del
tiempo de Esquilache, sus cuatro camisas con chorrera, su capa y su
espadin enmohecido, y se instalo donde habia estado el autor de _Los
Gracos_. Colgo en la pared un cuadro de familia que representaba las
postrimerias del hombre en diabolicas y extravagantes alegorias, y alli
quedo, huesped de su adorada. Creemos oportuno advertir que la causa de
la aficion de don Gil a la vizcaina era que el tenia conocimiento, por
papeles que tuvo ocasion de ver mientras fue covachuelista, de un
derecho a ciertas tierras y casas de labor en Onate, el cual habia
recaido en aquella dona Leoncia sin que
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