rnos en las Cortes llamandonos bandidos.
_(Aplausos.)_ No puede durar mucho tiempo el imperio de la injusticia.
Felizmente aun no han puesto mordazas en todas nuestras bocas; aun no
han atado todas nuestras manos; aun podemos alzar un brazo para
senalarles; aun tenemos alientos en nuestros pechos para poder decir:
"ese." Estan entre nosotros, les conocemos. Esta gran revolucion no ha
llegado a su augusto apogeo, no ha llegado al punto supremo de justicia:
ha sido hasta ahora un paso tan solo, el primer paso. ?Nos detendremos
con timidez asustados de nuestra propia obra? No: estamos en un
intermedio horrible: la mitad de este camino de abrojos es el mayor de
los peligros. Detenerse en esta mitad es caer, es peor que volver atras,
es peor que no haber empezado. Hay que optar entre los dos extremos: o
seguir adelante, o maldecir la hora en que hemos nacido. _(Grandes y
estrepitosos aplausos.)_
Lazaro noto, mientras pronunciaba estos parrafos, que entre las mil
figuras del auditorio, y alla en lo obscuro de un rincon, habia una cara
en cuyos ojos brillaban el entusiasmo y la ansiedad. Las manos flacas y
huesosas de aquel personaje aplaudian, resonando como dos piedras
concavas. Le miraba sin cesar mientras hablaba, y a no encontrarse el
orador muy poseido de su asunto y muy fuerte en su posicion respecto al
auditorio, se hubiera turbado sin remedio, dando al traste con el
discurso. La persona que asi le miraba y le aplaudia era su tio. Aquello
era incomprensible, y el joven hubiera pensado mucho en semejante cosa,
si las carinosas y ardientes manifestaciones de que fue objeto no le
distrajeran mucho tiempo despues de concluido su discurso.
Otro hablo despues de el, y al fin, despues de tantos discursos, el
publico empezo a desfilar. Alfonso y Cabanillas se fueron a la calle,
llevados por los grandes grupos en que se descompuso aquella masa de
gente. Agitada fue aquella noche en todo Madrid, y es positivo que la
autoridad, ordinariamente bastante descuidada y debil, tomo algunas
precauciones. En la _Fontana_ quedaban a la madrugada el Doctrino,
Pinilla, Lobo, Lazaro y otros.
--iBien lo ha hecho usted!--le decia el Doctrino a Lazaro.--Yo me lo
esperaba. Esta noche nuestro partido adquiere con la palabra de
usted una fuerza terrible. Don Elias, puede usted estar orgulloso de
su sobrino.
--Si que lo estoy--dijo Coletilla sonriendose como acostumbran hacerlo
los chacales y las zorras, a quienes ha puesto la Naturaleza un
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