no se enmendara?
iSi esta una viendo unos horrores! ... iQue siglo, que costumbres!
iHasta el...!
--Haz lo que quieras, Paz--dijo Salome, afectando mansedumbre y cierta
postracion, que ella creia sentaba muy bien en su nervioso
cuerpo.--Haz lo que quieras, sin reparar en lo que pueda opinar ese
senor mayordomo, que el nada tiene que mandar aqui. Despide a esa
muchacha; que se vaya con las de su calana. iOh! No quiero recordar lo
que esta senora ha contado.
Hasta el perro, que no ladraba; el melancolico Batilo, estaba
consternado. Habiase plantado frente a dona Rosalia, y miraba, con la
atencion de un can preocupado, el buen color de la costurera que habia
traido la desolacion a aquella casa.
--Senora--dijo Paz con un poco de cortesia,--le agradecemos a usted el
aviso que nos ha dado, mostrando, como es natural, su celo e interes por
la honra de nuestra casa. Cuando despidamos a esa muchacha, nos
mudaremos de aqui. iAy, y yo que le habia tomado carino a este santo
retiro! Aqui viviamos tranquilamente y en paz, no con la comodidad que
en nuestra antigua casa; pero, en fin, tranquilas y ... Senora, usted
nos ha librado de la deshonra, porque ?que hubiera sido de nosotras,
solas aqui y expuestas a las asechanzas alevosas de ese militar? iOh! no
lo quiero pensar.
--Es un militar joven, alto, buen mozo, y parece ser persona muy
distinguida.
--iJoven, buen mozo y de buen porte!--dijo Salome disponiendo su cuerpo
para el tercer paroxismo.
--iJoven, buen mozo y de buen porte!--exclamo Paz en el colmo de la
indignacion.--?Es esto creible? iQue circunstancias tan agravantes!
--iNo siga usted, por Dios!--dijo Salome ya medio desmayada.
--No siga usted, que mi sobrina es muy impresionable y no puede oir
ciertas cosas. Estamos acostumbradas....
Dona Rosalia se levanto para marcharse, porque creia haber cumplido
satisfactoriamente su mision. Entonces paso una cosa singular: cuando
la sastra se acercaba a la puerta, Batilo, el perro misantropo, que en
aquella mansion habia olvidado los habitos propios de su raza, corrio
tras ella, se agito convulsivamente como quien hace un gran esfuerzo, y
ladro, ladro como un mastin ante un salteador; persiguio a la mujer
dando agudos aullidos, y hasta llego a pillarle entre sus inofensivos
dientes el traje y el manton. Paz se alarmo y Salome se tapo los
oidos, como si oyera el aullido, de un chacal. Defendieron entre las
dos a dona Rosalia de la agresion inesperada del animal; f
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