hombres encendian sus cigarros, volviendo a hablar de
Manos Duras y la necesidad de perseguirlo, Celinda abandono la
estancia, montando un caballo con silla femenil.
Media hora despues galopaba por las inmediaciones del rio, pero en
otro caballo y vestida de hombre. Vio un grupo de jinetes que venian
hacia ella y se detuvo para reconocerlos.
El ingeniero Canterac, deseoso de inspirar mayor interes a la marquesa
de Torrebianca, la habia invitado a un paseo por las inmediaciones del
rio, para que conociese las obras realizadas bajo su direccion. En
este paseo podria apreciar Elena su importancia de primer jefe del
campamento, viendo ademas como era obedecido por centenares de
hombres.
Ella y el frances hacian trotar sus cabalgaduras a la cabeza del
grupo. Detras venia Pirovani, manteniendose mal sobre su caballo y
esforzandose por introducirlo entre los caballos de los dos. Cerraban
la marcha el marques, Watson y Moreno.
Al pasar Elena y Canterac frente a Celinda, las dos mujeres se
miraron. La marquesa sonrio a la otra, como si quisiera entablar
conversacion; pero la joven permanecio cenuda y con ojos severos.
--Es una nina--dijo el ingeniero--muy traviesa y juguetona, y aunque
tiene cierto aspecto de muchacho, la creo capaz de trastornar la
cabeza a cualquier hombre. Muchos la llaman Flor de Rio Negro.
Elena, ofendida por la actitud de la hija de Rojas, la miraba ahora
orgullosamente.
--Tal vez sea una flor--dijo--, pero demasiado silvestre.
Y siguio adelante, escoltada por sus dos admiradores.
Esta breve conversacion fue en frances, y Celinda solo pudo comprender
algunas palabras; pero adivino que la otra habia dicho algo contra
ella, e hizo una mueca de desprecio asomando su lengua entre los
labios.
Pasaron a continuacion los jinetes del segundo grupo. El marques
saludo ceremoniosamente a la joven. Moreno no se fijo en ella, pues
solo tenia ojos para vigilar el lejano grupo en que iba la marquesa.
Ricardo Watson fingio no entender los gestos de Celinda, indicandole
con sus ademanes que se veia obligado a seguir a los demas.
Le dejo ella marcharse haciendo un mohin de contrariedad; pero
arrepentida luego, tiro de las riendas a su caballo, obligandole a dar
una vuelta en redondo para seguir al grupo.
Al mismo tiempo que trotaba busco con su diestra en el delantero de la
silla el rollo del lazo, arrojando este contra su amigo. Despues fue
recobrando la cuerda, y Watson, para no verse derribad
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