elegante, pero muy cara.
Callo un momento, como si quisiera apreciar el efecto que causaba en
Robledo este resumen de su vida. Pero el espanol permanecio
silencioso, queriendo saber mas.
--Como tu llevas una existencia de hombre primitivo, ignoras
felizmente lo que cuesta vivir de este modo... He tenido que trabajar
mucho para no irme a fondo, iy aun asi!... Mi pobre madre me ayuda con
lo poco que puede extraer de las ruinas de nuestra familia.
Pero Torrebianca parecio arrepentirse del tono quejumbroso con que
hablaba. Un optimismo, que media hora antes hubiese considerado
absurdo, le hizo sonreir confiadamente.
--En realidad no puedo quejarme, pues cuento con un apoyo poderoso. El
banquero Fontenoy es amigo nuestro. Tal vez has oido hablar de el.
Tiene negocios en las cinco partes del mundo.
Movio su cabeza Robledo. No; nunca habia oido tal nombre.
--Es un antiguo amigo de la familia de mi mujer. Gracias a Fontenoy,
soy director de importantes explotaciones en paises lejanos, lo que me
proporciona un sueldo respetable, que en otros tiempos me hubiese
parecido la riqueza.
Robledo mostro una curiosidad profesional. "iExplotaciones en paises
lejanos!..." El ingeniero queria saber, y acoso a su amigo con
preguntas precisas. Pero Torrebianca empezo a mostrar cierta
inquietud en sus respuestas. Balbuceaba, al mismo tiempo que su
rostro, siempre de una palidez verdosa, se enrojecia ligeramente.
--Son negocios en Asia y en Africa: minas de oro... minas de otros
metales... un ferrocarril en China... una Compania de navegacion para
sacar los grandes productos de los arrozales del Tonkin... En realidad
yo no he estudiado esas explotaciones directamente; me falto siempre
el tiempo necesario para hacer el viaje. Ademas, me es imposible vivir
lejos de mi mujer. Pero Fontenoy, que es una gran cabeza, las ha
visitado todas, y tengo en el una confianza absoluta. Yo no hago en
realidad mas que poner mi firma en los informes de las personas
competentes que el envia alla, para tranquilidad de los accionistas.
El espanol no pudo evitar que sus ojos reflejasen cierto asombro al
oir estas palabras.
Su amigo, dandose cuenta de ello, quiso cambiar el curso de la
conversacion. Hablo de su mujer con cierto orgullo, como si
considerase el mayor triunfo de su existencia que ella hubiese
accedido a ser su esposa.
Reconocia la gran influencia de seduccion que Elena parecia ejercer
sobre todo lo que le rodeaba. Pero como ja
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