le como que yo vuelva a leer un articulo de fondo,
despues que se como y por que se escriben. No por ello me pesa el viaje,
pues te he dado un abrazo y he conocido lo que vale el inculto rincon de
mis mayores, trocandole por la civilizacion. Esta valdra lo que quieras,
pero a mi lugar me atengo; en el estoy como el pez en el agua, y a mi
lugar me vuelvo. Conque, quedate con Dios."
Don Silvestre se hubiera largado muy serio sin decir una palabra mas;
pero su amigo, agarrandole por las haldillas del chaqueton, le rogo que
le escuchara.
--"Has hablado, Silvestre, como un libro; y guardeme Dios de refutar lo
mas minimo de tu discurso. Pero sabe que yo tambien reniego de la corte,
y que la aborrezco con todos mis sentidos. Las atenciones de mi alto
puesto me agobian, y las enemistades y miserias que el me produce entre
las conexiones de la esfera en que habito, me desalientan; esfera, amigo
mio, que por tu dicha no conoces. Soy rico, soy solo en el mundo,
sencillo en mis gustos, inclinado a hacer el bien que puedo, refractario
a la envidia y a la maledicencia, y no puedo contemplar, sin
estremecerme, los dardos que me arrojan las rivalidades que cercan mi
puesto, y la baja adulacion de los que me necesitan o me temen. No
concibo que un hombre honrado se pueda acostumbrar a desayunarse todos
los dias con dos docenas de discursos impresos, en los que se le acusa
de venal, de despilfarrador, o, cuando menos, de estupido; y el tratar
en terminos parecidos, si no peores, a los hombres de mi altura, es la
ocupacion de las tres cuartas partes de la prensa periodica; porque esta
misma que en Espana se lamenta de que las letras, las artes y la
industria, estan en panales y necesitan consejos y academias, consagra
todos sus desvelos a calumniar, a fiscalizar el poder, cuando en el no
estan sus hombres, o a adularlos servilmente cuando estan al frente de
la cosa publica. Sin mas razon que la de ser yo lo que oficialmente soy,
tiene derecho cualquier gacetillero hambriento, el ultimo zascandil de
la prensa periodica, a dudar de mi probidad, a llamarme inepto y a
disponer contra mi la opinion publica. Estas innobles guerrillas que
dirige y exacerba el hambre, o cuando mucho, la ambicion de mando o de
destinos, no puede sufrirlas un dia y otro dia ningun hombre que
aprecie en algo su hidalguia y sienta aun el rubor de su dignidad
calentarle las mejillas cuando una torpe lengua o una envenenada pluma
le hieren en el sagrario de su honra
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