a proposito: no hay trovador novel ni poeta melenudo que se haya
creido dispensado de echar su parrafito a las orillas del _manso_
Guadalquivir, o del _aurifero_ Darro, o a las aguas del historico
Guadalete, sembrando aqui y alla bosques y florestas, frondosidad y
fragancia, cesped y lirios, que asi existen donde los colocan los vates,
como yo soy arzobispo; en cambio, cuando alguno de aquellos ingenios ha
pisado el suelo de la Montana, en lugar de cantar lo que ella le
mostraba, en lugar de darle lo que se le quita para engalanar ajenas
hermosuras, se ha ocupado en escribir a "la civilizacion" si los
moradores de aquende comen borona, andan descalzos y gastan los calzones
mas o menos remendados, como si se tratara de un aduar de Marruecos o de
la isla de Annobon. Pero dejaria la poesia de serlo, si los poetas
cantaran la verdad una sola vez en su vida.... Y vuelvo a mi cuento.
Dando resoplidos de pura satisfaccion don Silvestre, y recitando su
amigo los mas tiernos idilios que recordaba a la vista de los
fantasticos paisajes que descubria a cada paso, llegaron ambos al
solariego albergue de los Seturas, donde los dejaremos descansar un
largo rato: al de Madrid, entre sus bucolicas ilusiones y bajo el
incognito mas rigoroso, y al otro, bajo la impresion de sus recientes
desenganos, y, por lo mismo, mas satisfecho que nunca al verse dentro de
las recias y ahumadas paredes de su casa.
VIII
Faltabale tiempo al de Madrid, en cuanto se levanto a la manana
siguiente, para correr por la _solana_, tumbarse bajo un nogal y caminar
errante por las mieses; para gozar, en fin, con la loca expansion de un
colegial en vacaciones. Y tan abstraido estaba, que al volver a casa, al
crepusculo de la tarde, no se acordaba de que no habia comido al
mediodia, ni echo de ver que llevaba desgarrados los pantalones y
sangrando una rodilla, caricias debidas a las espinas de los setos por
los cuales tuvo que saltar.
En ocupaciones analogas paso los primeros dias, cada vez mas alegre, mas
satisfecho y mas jugueton. La bazofia y los condumios del ama de
gobierno le parecian los manjares mas deliciosos; el duro taburete en
que se sentaba, mucho mas blando que un sillon ministerial; y el
aspecto rustico que tenian todos los objetos que encontraba y de que
servia en casa de su amigo, eran el complemento de sus mejores
ilusiones. Pero cuando gozaba extremadamente era por las noches, despues
que, oido el toque de animas y rezadas las or
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