ltima
_escupitina_ con que le espabilaron las sirenas de las Cuatro Calles,
porque, apenas llego a su casa, hizo su pequeno lio, atraveso el garrote
de acebo por entre los picos anudados del panuelo que le formaba, dejole
asi sobre una silla de su cuarto, y se dirigio al de su amigo, a quien
endilgo un discursillo que, reducido a otras frases menos desalinadas,
venia a decir lo siguiente:
--"Bajo dos aspectos me interesaba la corte, vista desde el rincon de mi
cocina: como centro en que se elaboraba esa politica en que tan
ciegamente creia, y como patria comun a todos los hombres amantes de la
libertad social y enemigos de los mezquinos chismes de corrillo. Muy
pocos dias he necesitado para conocer, a pesar de mi poca experiencia
del mundo, que la tal politica es una indigna farsa; que sus partidos,
lejos de representar ideas de saludables recursos para la patria, no son
mas que _posiciones_ que los ambiciosos ocupan para conquistar mejor los
grandes destinos, que son el movil principal de todos los politicos. De
aqui que el poder tenga tantos opositores, y que estos no convengan
entre si mas que en hacer la oposicion. De aqui que, siendo la verdad
una sola, y habiendo doscientos que, opinando de otras tantas maneras,
pretenden todos hablar con ella, comprenda al cabo el desapasionado
ciudadano que todos mienten, que todos lo saben, y que todos le
explotan.--Entre el Congreso de diputados y el concejo de mi lugar no
hay mas diferencia que el traje de los concurrentes y la indole de las
cuestiones; la intencion es la misma: primero "yo", despues "mi
partido", lo ultimo "el pais". "Yo tengo siempre razon, mi partido es el
santo, el justo; mi vecino es un egoista, su partido la ruina de la
patria." Dispensame la parte que de mi juicio te alcance, y concedeme
que tengo razon.
"Madrid como pueblo tolerante y centro de placeres para todos los gustos
y para todas las inclinaciones, ya sabes, por mis relatos, lo que me
promete. Aqui, segun lo que me ha pasado, todo el mundo puede hacer lo
que mas le acomode, sin perjuicio del projimo, por supuesto; pero es a
trueque de romperse el alma con todos y cada uno de los que opinen de
otro modo: esto es lo que yo ignoraba y lo que menos me conviene. En una
palabra, para que yo viviera a gusto y disfrutara de todos los placeres
con que brinda Madrid a los desocupados, seria preciso que olvidase
todas mis costumbres y se cambiasen las condiciones de mi naturaleza:
esto es tan imposib
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