lante.... iDame esa cara impostora!...
iSal a la luz ... que pueda yo echarte mano!
--Deja, que yo la alcanzare--bramo a su lado la mujer que estuvo a pique
de ser azotada, levantando en alto la jarra vacia del aguardiente.
--iNo tires!...--gritaron algunos hombres, corriendo a detenerla.
--iQuiero matarla!
Y con toda la intencion de hacerlo asi, despidio la jarra, derecha a la
cara de su antagonista. Pero el marido de esta, que pugnaba rato hacia
por contenerla, al ver el proyectil, bajo instintivamente su cabeza, y
cubriendo con ella la de su costilla, recibio en medio del occipital la
jarra, que se hizo pedazos, como si chocado hubiera contra un muro.
Salto, rugiendo de ira, pero ileso, el marinero; llego hasta la
agresora, y banandola en sangre la cara con una sonora bofetada, la
tendio en el suelo cuan larga era. Merced al desorden que este nuevo
lance produjo en el _duelo_, la viuda logro alcanzar con las unas el
pelo de su adversaria; zarandeola un rato a su gusto, gritaron entrambas
con horribles imprecaciones, terciaron los hombres en el asunto, hubo
diferencias entre ellos, sacudieronse el polvo algunos; y en pocos
instantes aquella mugrienta habitacion se transformo en un campo de
batalla, verdaderamente aterradora; batalla que hubiera costado mucha
sangre, a no presentarse en la sala, muy a tiempo, el Alcalde de mar.
Uno de los chicuelos de la casa, despues de ver el giro que tomaba la
cuestion, habia salido corriendo a la calle en busca de aquella
autoridad, con tan buena estrella, que la encontro al volver la
esquina.
La presencia del Alcalde sofoco, como por encanto, los furores del
combate; y eso que el tal personaje era ni mas ni menos que un marinero
como los demas. Pero estaba facultado para llevar a todo matriculado
ante el Capitan del puerto; y este senor cumplia la Ordenanza al pie de
la letra, y la letra de la Ordenanza era capaz de amansar a una ballena.
Por buena compostura, se desenlazo el drama marchando cada personaje por
su lado, despues de pagar entre todos la jarra hecha pedazos.
La viuda, al quedarse sola con sus hijos y el Alcalde, volvio a hacer
pucheros y a llorar por el difunto.
--Mira, embusterona--le dijo aquel:--si no quieres que te cruce las
costillas con la vara, te callas la boca. Vete con esas lagrimas a onde
no te conozcan; que yo ya se de que pie cojeas. iHipocritona,
borracha!... iA ver si te levantas de ese rincon y barres la casa y das
de comer a esos mu
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