ola poesia pastoril, solamente la idea de salir de aqui muy
pronto era capaz de hacerme leer con paciencia mis libros instructivos.
No comprendo que sin un confidente con quien consultar, o con la idea de
no volver a ver mas el mundo, haya un hombre capaz de encerrarse entre
los bosques a desentranar los misterios de la ciencia, cuando la
ignorancia completa de ella es lo primero que se necesita para vivir a
gusto entre estas cerriles criaturas, ser tan rustico como ellas, y
circunscribir a las suyas las propias ambiciones. Y no se me diga que
esta es cuestion de caracter, porque el mio es un modelo de docilidad y
acomodamiento, soy un optimista extremoso, y asi y todo me ha hastiado
la naturaleza y me ha repugnado la humanidad inculta. Mi lectura, pues,
con la esperanza de ver el mundo otra vez, no ha sido escasa, pero no
provechosa: pues con incomoda habitacion, malas digestiones y preocupado
con las miserias de que he sido objeto, no he sacado tanto fruto aqui en
dos meses como en un solo cuarto de hora en mi gabinete de estudio en
Madrid.
"Por lo que hace a robustez, que es lo que en mi busca y dice que
encuentra todos los dias Silvestre desde que estoy en la aldea, si algo
he aumentado en volumen, debe ser consecuencia de la corteza tostada que
cubre mis manos y mi cara, y del no se que que se ha adherido a mis
cabellos que, a pesar de mi esmero, se rebelan, y estan cada dia mas
rusticos y cerdosos.... Decididamente me vuelvo a la corte.... Pero ?y
el hastio que me echo de ella? ?Sera otra ilusion, como la del campo, la
inclinacion que hoy siento hacia Madrid? Antes de salir de aqui voy a
probar el ultimo recurso; voy a vivir a lo Robinson. Dialogare con la
naturaleza y huire de todo ser humano en lo que me sea posible."
Aqui llegaba el de la corte con sus meditaciones sin notar que el sol
habia apagado su ultimo reflejo, y que, por ende, la noche habia dejado
su habitacion envuelta en la mas impenetrable obscuridad, cuando un
ruido estrepitoso, sobre el techo de la alcoba, le hizo dar un salto en
la silla y buscar en seguida, a tientas y acelerado, la puerta, pensando
que se hundia el tejado solariego.
--iSilvestre! iSilvestre!--grito al hallarse en la sala.
--?Que demonios te ocurre, hombre?--contesto a poco rato el mayorazgo,
apareciendo en escena con el candil en la mano.
--?Que ruido es el que he sentido sobre mi cuarto?
--?A que te has asustado?... iJa, ja, ja, jaaaa!
--iPues el lance es para re
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