explicitamente "aceptamos", todos, y el primero el alcalde,
dirigieron sus miradas inquietas a un rincon de la sala donde estaba
sentado un viejo con calzon corto remendado, montera bajo la cual
asomaban, entrecanos y nada limpios, dos mechones de pelos, uno sobre
cada sien y de un palmo de largos, segun la antigua moda, chaqueta al
hombro y un garrote chamuscado con el que hacia garabatos sobre el polvo
del suelo fingiendose distraido.
El tio Merlin, que asi llamaban al viejo de las sucias grenas, era la
notabilidad del pueblo, donde se le habia dado el nombre que llevaba por
la reputacion de _listo_ que le acompanaba desde sus contemporaneos,
que, al emigrar de este mundo, se le recomendaron a la generacion
heredera como un dije inestimable, como una providencia. El tio Merlin
reunia a la condicion de listo la fama de _celebre_, nombre que entre
los aldeanos equivale a decidor, oportuno, chistoso; circunstancia que,
por si sola, dice bastante para que todos los lectores comprendan el
dominio que el tio Merlin ejerceria sobre sus convecinos. Porque en
aquel lugar, lo mismo que en el mundo de la cultura, un hombre a quien
los demas escuchan con la sonrisa en los labios y dan el apellido de
_gracioso_, tiene amplias facultades, no solamente para provocar la risa
sin ofender a nadie, sino para ser importuno, molesto y hasta grosero
donde y cuando le acomode, sin que a nadie se le ocurra darse por
ofendido. ?Y cual no sera la influencia de un hombre de estos entre los
que le rodean, cuando sobre su caracter de gracioso lleva la fama de
_sabio_, como el tio Merlin? Por eso a este personaje se le encontraba
presidiendo todos los acontecimientos del lugar. Bodas, bautizos,
entierros, juntas, tertulias..., en cualquier acto de estos y otros
muchos, lo primero que la publica curiosidad buscaba anhelante era la
presencia del tio Merlin; porque aqui para provocar la risa, alla para
dar un consuelo y en el otro lado para ilustrar el juicio de los demas,
su presencia era tan indispensable, que sin ella no se encontraba
alegria, ni lagrimas, ni consuelo, ni parecer.
Y es de notar que el tio Merlin jamas era explicito en sus dictamenes, y
que sus admiradores, al repetir a otros las ocurrencias del celebre
viejo, apenas hallaban por donde cogerlas; y es claro: el tio Merlin,
como casi todos los decidores del mundo, tenia todo su chiste en aquello
que callaba, y lo que callaba era lo mas importante. Asi es que la
reticencia era su
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