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su
lado la chicharra, o se punzaba las asentaderas con alguna zarza
traidora, o caia una lagartija sobre la mas sentimental y pastoril de
las estrofas de su libro. Con cualquiera de estos contratiempos concluia
el apasionado madrileno por sacudirse la ropa y marcharse punzado,
aturdido y tiznado en busca de otro lugar no menos bonito, aunque mas
comodo.
--iOh magnificencia!--exclamaba una vez contemplando un nuevo
sitio;--iesto excede a la mas sublime creacion del mas sublime de todos
los poetas; a la region del mas tierno pastor de cuantos ha creado la
poesia!
"Corrientes aguas, puras, cristalinas,
arboles que os estais mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aqui sembrais vuestras querellas,
hiedra que por los arboles caminas
torciendo el paso por su verde seno...."
todo esto, y mucho mas, veo yo, oigo y toco. iY por que el sensible
_Nemoroso_ no ha de ser posible en estos valles? ?Que distancia hay de
ellos a las imaginaciones de Garcilaso? iOh divina poesia!: te veo y te
palpo.... Pues senor, aqui, tras este tupido zarzal, cabe el arroyuelo
que murmura a mis pies, sobre la florida y olorosa pradera, a la sombra
de estos seculares castanos, voy a entregarme a mis gratos ocios. iY
diran las almas de prosa que la poesia es una quimera!
Y al contemplar aquella lozana vegetacion, tan caprichosamente
distribuida como no pudiera imaginarselo el mas diestro jardinero,
exclamo, hasta con fe en las palabras del poeta:
"Oh driades de amor hermoso nido,
dulces y graciosisimas doncellas,
que a la tarde salis de lo escondido,
con los cabellos rubios, que las bellas
espaldas dejan de oro cobijadas...."
esperando, tal vez, que abriendose las zarzas dejaran libre paso a la
misma Galatea. Asi es que al oir agitarse la enramada inmediata, no se
sobrecogio lo mas minimo, en espera, como estaba, de algun prodigio.
Pero cuando en lugar de los cabellos de la Ninfa, vio, atropellando las
enmaranadas argomas, madreselva, espinas, zarzas, juncias y ortigas, las
afiladas astas de un novillo de cuatro anos, descendiendo de la sublime
region adonde se habia elevado con sus pensamientos, a la clasica morada
de los revolcones y de los ojales en la piel, despojose hasta de sus
libros para mayor desembarazo, y no paro de correr hasta la portalada de
los Seturas.
IX
Este y otros percances analogos y un tabardil
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