rofunda, que el duelo parecia
imposible. No obstante, ambos deseaban batirse, y batirse antes que
rayase el alba; pues al amanecer debian partir las huestes reales, y
Alonso con ellas. Prosiguieron, pues, cruzando al azar plazas
desiertas, pasadizos sombrios, callejones estrechos y tenebrosos,
hasta que por ultimo, vieron brillar a lo lejos una luz, una luz
pequena y moribunda, en torno de la cual la niebla formaba un cerco de
claridad fantastica y dudosa.
Habian llegado a la calle del Cristo,[1] y la luz que se divisaba en
uno de sus extremes parecia ser la del farolillo que alumbraba en
aquella epoca, y alumbra aun, a la imagen que le da su nombre. Al
verla, ambos dejaron escapar una exclamacion de jubilo, y apresurando
el paso en su direccion, no tardaron mucho en encontrarse junto al
retablo en que ardia. Un arco rehundido en el muro, en el fondo del
cual se veia la imagen del Redentor enclavado en la cruz y con una
calavera al pie; un tosco cobertizo de tablas que lo defendia de la
intemperie, y el pequeno farolillo colgado de una cuerda que lo
iluminaba debilmente, vacilando al impulse del aire, formaban todo el
retablo, alrededor del cual colgaban algunos festones de hiedra que
habian crecido entre los obscuros y rotos sillares, formando una
especie de pabellon de verdura.
[Footnote 1: la calle del Cristo. The street mentioned here is one
known up to the year 1864 as _la Calle del Cristo de la Calavera_ or
_la Calle de la Calavera_, but which bears to-day the name of _la
Cuesta del Pez_. It terminates near a little square which is called
to-day _Plazuela de Abdon de Paz_, but which earlier bore the name
of _Plazuela de la Cruz de la Calavera_. Miraculous tales are
related of several of the images of Christ in Toledo, of the _Cristo
de la Luz_, of the _Cristo de la Vega_, and others, as well as of
the image we have to deal with here.]
Los caballeros, despues de saludar respetuosamente la imagen de
Cristo, quitandose los birretes y murmurando en voz baja una corta
oracion, reconocieron el terreno con una ojeada, echaron a tierra sus
mantos, y apercibiendose mutuamente para el combate y dandose la senal
con un leve movimiento de cabeza, cruzaron los estoques. Pero apenas
se habian tocado los aceros y antes que ninguno de los combatientes
hubiese podido dar un solo paso o intentar un golpe, la luz se
apago[1] de repente y la calle quedo sumida en la obscuridad mas
profunda. Como guiados de un
|