Se presento vestida con una elegancia indiscreta y demasiado
ostentosa, que parecia armonizarse con su genero de hermosura. Era
alta y se mantenia esbelta gracias a una continua batalla con el
engrasamiento de la madurez y a los frecuentes ayunos. Se hallaba
entre los treinta y los cuarenta anos; pero los medios de conservacion
que proporciona la vida moderna le daban esa tercera juventud que
prolonga el esplendor de las mujeres en las grandes ciudades.
Torrebianca solo la encontraba defectos cuando vivia lejos de ella. Al
volverla a ver, un sentimiento de admiracion le dominaba
inmediatamente, haciendole aceptar todo lo que ella exigiese.
Saludo Elena con una sonrisa, y el sonrio igualmente. Luego puso ella
los brazos en sus hombros y le beso, hablandole con un ceceo de nina,
que era para su marido el anuncio de alguna nueva peticion. Pero este
fraseo pueril no habia perdido el poder de conmoverle profundamente,
anulando su voluntad.
--iBuenos dias, mi coco!... Me he levantado mas tarde que otras
mananas; debo hacer algunas visitas antes de ir al Bosque. Pero no he
querido marcharme sin saludar a mi maridito adorado... Otro beso, y me
voy.
Se dejo acariciar el marques, sonriendo humildemente, con una
expresion de gratitud que recordaba la de un perro fiel y bueno. Elena
acabo por separarse de su marido; pero antes de salir de la biblioteca
hizo un gesto como si recordase algo de poca importancia, y detuvo su
paso para hablar.
--?Tienes dinero?...
Ceso de sonreir Torrebianca y parecio preguntarle con sus ojos: "?Que
cantidad deseas?"
--Poca cosa. Algo asi como ocho mil francos.
Un modisto de la _rue de la Paix_ empezaba a faltarle al respeto por
esta deuda, que solo databa de tres anos, amenazandola con una
reclamacion judicial. Al ver el gesto de asombro con que su marido
acogia esta demanda, fue perdiendo la sonrisa pueril que dilataba su
rostro; pero todavia insistio en emplear su voz de nina para gemir con
tono dulzon:
--?Dices que me amas, Federico, y te niegas a darme esa pequena
cantidad?...
El marques indico con un ademan que no tenia dinero, mostrandole
despues las cartas de los acreedores amontonadas en la bandeja de
plata.
Volvio a sonreir ella; pero ahora su sonrisa fue cruel.
--Yo podria mostrarte--dijo--muchos documentos iguales a esos... Pero
tu eres hombre, y los hombres deben traer mucho dinero a su casa para
que no sufra su mujercita. ?Como voy a pagar mis deudas si tu no
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