ero paso, con su mirada fria fija adelante.
--Parece que no se acuerda mas de ti--le dijo un amigo, que a su lado
habia seguido el incidente.
--iNo mucho!--se sonrio el.--Y es lastima, porque la chica me gustaba
en realidad.
Pero cuando estuvo solo se lloro a si mismo su desgracia. iY ahora que
habia vuelto a verla! iComo, como la habia querido siempre, el que
creia no acordarse mas! iY acabado! iPum, pum, pum!--repetia sin darse
cuenta, con la costumbre del chico.--iPum! itodo concluido!
De golpe: ?Y si no me hubiera visto?... iClaro! ipero claro! Su rostro
se animo de nuevo, acogiendose con plena conviccion a una probabilidad
como esa, profundamente razonable.
A las tres golpeaba en casa del doctor Arrizabalaga. Su idea era
elemental: consultaria con cualquier misero pretexto al abogado, y
entretanto acaso la viera. Una subita carrera por el patio respondio
al timbre, y Lidia, para detener el impulso, tuvo que cogerse
violentamente a la puerta vidriera. Vio a Nebel, lanzo una
exclamacion, y ocultando con sus brazos la liviandad domestica de su
ropa, huyo mas velozmente aun.
Un instante despues la madre abria el consultorio, y acogia a su
antiguo conocido con mas viva complacencia que cuatro meses atras.
Nebel no cabia en si de gozo, y como la senora no parecia inquietarse
por las preocupaciones juridicas de Nebel, este prefirio tambien un
millon de veces tal presencia a la del abogado.
Con todo, se hallaba sobre ascuas de una felicidad demasiado ardiente
y, como tenia 18 anos, deseaba irse de una vez para gozar a solas, y
sin cortedad, su inmensa dicha.
--iTan pronto, ya!--le dijo la senora.--Espero que tendremos el gusto
de verlo otra vez... ?No es verdad?
--iOh, si, senora!
--En casa todos tendriamos mucho placer... isupongo que todos! ?Quiere
que consultemos?--se sonrio con maternal burla.
--iOh, con toda el alma!--repuso Nebel.
--iLidia! iVen un momento! Hay aqui una persona a quien conoces.
Nebel habia sido visto ya por ella; pero no importaba.
Lidia llego cuando el estaba de pie. Avanzo a su encuentro, los ojos
centelleantes de dicha, y le tendio un gran ramo de violetas, con
adorable torpeza.
--Si a usted no le molesta--prosiguio la madre--podria venir todos los
lunes... ?que le parece?
--iQue es muy poco, senora!--repuso el muchacho--Los viernes
tambien... ?me permite?
La senora se echo a reir.
--iQue apurado! Yo no se... veamos que dice Lidia. ?Que dices, Lidia?
La
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