ia afuera. Por tacito acuerdo, Lidia y el se encontraban muy
pocas veces solos, y aunque de noche volvian a verse, pasaban aun
entonces largo tiempo callados.
Lidia tenia ella misma bastante que hacer cuidando a su madre,
postrada al fin. Como no habia posibilidad de reconstruir lo ya
podrido, y aun a trueque del peligro inmediato que ocasionara, Nebel
penso en suprimir la morfina. Pero se abstuvo una manana que entro
bruscamente en el comedor, al sorprender a Lidia que se bajaba
precipitadamente las faldas. Tenia en la mano la jeringuilla, y fijo
en Nebel su mirada espantada.
--?Hace mucho tiempo que usas eso?--le pregunto el al fin.
--Si--murmuro Lidia, doblando en una convulsion la aguja.
Nebel la miro aun y se encogio de hombros.
Si embargo, como la madre repetia sus inyecciones con una frecuencia
terrible para ahogar los dolores de su rinon que la morfina concluia
de matar, Nebel se decidio a intentar la salvacion de aquella
desgraciada, sustrayendole la droga.
--iOctavio! ime va a matar!--clamo ella con ronca suplica.--iMi hijo
Octavio! ino podria vivir un dia!
--iEs que no vivira dos horas si le dejo eso!--corto Nebel.
--iNo importa, mi Octavio! iDame, dame la morfina!
Nebel dejo que los brazos se tendieran inutilmente a el, y salio con
Lidia.
--?Tu sabes la gravedad del estado de tu madre?
--Si... Los medicos me habian dicho...
El la miro fijamente.
--Es que esta mucho peor de lo que imaginas.
Lidia se puso livida, y mirando afuera entrecerro los ojos y se mordio
los labios en un casi sollozo.
--?No hay medico aqui?--murmuro.
--Aqui no, ni en diez leguas a la redonda; pero buscaremos.
Esa tarde llego el correo cuando estaban solos en el comedor, y Nebel
abrio una carta.
--?Noticias?--pregunto Lidia levantando inquieta los ojos a el.
--Si--repuso Nebel, prosiguiendo la lectura.
--?Del medico?--volvio Lidia al rato, mas ansiosa aun.
--No, de mi mujer--repuso el con la voz dura, sin levantar los ojos.
A las diez de la noche Lidia llego corriendo a la pieza de Nebel.
--iOctavio! imama se muere!...
Corrieron al cuarto de la enferma. Una intensa palidez cadaverizaba ya
el rostro. Tenia los labios desmesuradamente hinchados y azules, y por
entre ellos se escapaba un remedo de palabra, gutural y a boca llena:
--Pla... pla... pla...
Nebel vio en seguida sobre el velador el frasco de morfina, casi
vacio.
--iEs claro, se muere! ?Quien le ha dado esto?--pregunto.
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